A lo largo de esta larga semana de derbi he escuchado tres veces la famosa metáfora de Casablanca para referirse al Atlético de Madrid. Las tres en boca de personas de evidente, y muy respetable, filiación madridista. No es que me moleste, todo lo contrario, pero me resulta curioso comprobar como en todos los casos se ponía el foco en el carácter perdedor de Humphrey Bogart. Creo que es un error. Yo no recuerdo a Rick Blaine como un perdedor sino como un romántico disfrazado de cínico. Alguien carismático y fiable, al que nadie cuestionaba su posición. Un tipo de ideas poco populares que vivía en terreno enemigo sin perder su personalidad. Un tipo que además vivía bien. Manejaba dinero, tenía un local de moda y era respetado por la comunidad. Rick no era idiota. Tampoco fácil ni obediente. Si tenía que mancharse para empatar se manchaba, pero sus códigos, su estilo y sus objetivos se los ponía él y nadie más. Si aquella noche no se fue con Ilsa Lund fue probablemente por un acusado sentido del amor pero sobre todo porque decidió voluntariamente no hacerlo.
El rodillo mediático contemporáneo tiende a juzgar el estilo de Simeone en función de las reglas que utilizan para explicar el universo galáctico de Madrid y Barça. Lo suele hacer además sin matices, lo que me parece un error. Si eso funciona en el mundo televisado allá ellos pero personalmente no pienso jugar con esas reglas. Según la caricatura oficial el Atleti ha empatado el primer derbi del nuevo Metropolitano jugando mal y dando muchas patadas pero a mí no me vale una explicación tan sesgada, simplificada y dañina.
El Atleti llegaba mal a una cita que siempre es histórica. La dinámica en el césped era negativa. Las sensaciones eran pésimas, la plantilla estaba descompensada, las estrellas andaban en baja forma y los principales pilares de su personalidad, eficacia goleadora y rigor defensivo, parecían quebrados. El panorama no andaba mejor en la grada. Los malos resultados, un traslado dudoso, una masa que ha crecido de forma apresurada y un nuevo estadio todavía extraño, habían provocado que la afición colchonera sea ahora mismo un ente poliédrico. No parecía el mejor momento para recibir a tu némesis cuando además tu némesis es uno de los mejores equipos del mundo.
En un contexto así, los primeros treinta minutos han sabido a gloria en el lado colchonero de la vida. Era volver a escuchar As Time goes by tocada al piano. Habrá quién piense que hay que pedir perdón por ello pero no es mi caso. Es cierto que el Atleti no ha realizado un juego excelso, lo siento por los clientes VIP y los cronistas extranjeros, pero ha vuelto a ser el Atleti. Se han vuelto a repetir todos y cada uno de los puntos que han hecho grande a este equipo: rigor táctico, intensidad física, presión adelantada, control del partido y sobre todo personalidad. Lamentablemente, como bien se encargó Correa de constatar a los cinco minutos, faltó la eficacia goleadora para completar el clásico decálogo cholista.
Pasada esa primera media hora, por alguna razón, el Atleti se cayó al pozo de la actualidad y el Madrid aprovechó para quedarse con el balón y el control del partido. Hasta el final. Los de Simeone consiguieron aferrarse a una eficacia defensiva que habíamos olvidado pero navegaron todo el tiempo a merced de su rival. El equipo blanco era el claro dueño del partido pero, quizá limitado por sus propios demonios, no era capaz de sorprender y eso le hacía vulnerable. En ese escenario se echó mucho de menos a Griezmann, el principal estilete del Atleti, pero el francés no está. Ni física ni espiritualmente. ¿Por qué? No lo sé y me da miedo especular.
Todo siguió más o menos igual hasta el final. Un par de tiros de falta de Cristiano, otra llegada del portugués que Lucas (un jugador que definitivamente se ha hecho mayor) sacó con el alma y una clarísima ocasión de Gameiro que Varane evitó en la línea de gol. Poco más. El reparto de puntos no parece ser positivo para nadie pero los dos entrenadores parecieron darlo por bueno. Desconozco las razones de Zidane pero entiendo las de Simeone.
Consumado el empate en el césped ahora toca pelear con la posverdad de los analistas. Ese infierno que aparece recurrentemente antes y después de un derbi. Salir a las calles de Casablanca será hoy un acto de valentía y supondrá tener que aguantar las explicaciones interesadas de franceses y alemanes sobre nuestro juego, nuestro idioma, nuestra esencia y nuestra forma de pensar. No entren al trapo. Sonrían, enseñen el salvoconducto y esperen a volver a Rick’s para hablar con una copa y música de piano. “You must remember this…”
Encantado de encontrale de nuevo Don Ennio y si, a mi me gustó el Atleti, este Atleti quese ha ido derritiendo como un helado de vainilla en un cucurucho bajo el sol, hay jugadores que no podrán sostener mas el palo mayor, y del resto de grumetes me sobran 6.
Esperando el 1 de Diciembre como las vacaciones de verano, deseando vera nuestro búfalo de nuevo desatado encarando la portero rival, y esas veces amigo,,, esas veces el de Lagarto que poquitas falla.
PD Rick era un soñador, sabía que volver con Ilsa era la segunda parte de algo queya había sido perfecto, incluído el plantón antes de salir el tren, dese ahí ya nada podría ser mejor. Rick era un universo en si mismo,un romántico irredento y un soñador, exactamente como nosotros.
Lo dicho, un placer volver a encontrarle.
¡Cuánto talento en esa pluma, Ennio!
Me llamó especial, y positivamente la atención el cambio de Carrasco –que no está bien-, por el de Thomas Partey (“TrustInTheProcess” aplicable a él también…;-). Y no porque crea que necesariamente el cambio de un centrocampista por un extremo haya de ser positivo de cara al juego, sino porque envió un mensaje al equipo y a la grada, que sirvió para ganar metros y tranquilidad.
Sin que el equipo hiciera nada del otro mundo, a mí también me gustó y me pareció reconocible. La posibilidad de perder contra esta gente en el primer enfrentamiento en el Metropolitano me daba una pereza enorme.
Enorme Lucas, por supuesto. Solo le he visto superado en los dos años que lleva aquí por Morata.
De Griezmann, me borré en verano. Genera en mí la misma indiferencia que nosotros generamos en él. Ojalá de aquí a que se marche marque muchos goles, pero cuando se vaya, que no haga mucho ruido y que cierre la puerta con cuidado. Ya puede ser todo lo bueno que sea, que a mí sus continuos guiños a salir del Club me tienen agotado.
Saludos.