Jelinak, con un hat-trick, solventó una repesca que se le había enredado a Australia, una selección superior a Honduras y que mostró más fútbol y más ambición que el rival. Después del 0-0 de la ida se trataba de ganar para ir al Mundial de Rusia 2018, pero sólo los australianos parecieron ser conscientes de ello. Vivir encerrado en tu campo esperando un golpe de fortuna no suele acabar bien. Y para Honduras acabó con una derrota por 3-1, una distancia que marca la diferencia de ambición que hubo entre los dos equipos. Y es que el gol anotado por Alberth Elis para los centroamericanos en el tiempo añadido no fue más que una anécdota.
La propuesta de Australia siempre es jugar al fútbol desde la posesión y el toque y aunque a veces se lía en la ejecución de la idea, su vista siempre está puesta en la portería rival. Todo lo contrario que Honduras, que viajó hasta allí para entregar la pelota al contrario y confiar en que un golpe de suerte le llevara a su cuarto Mundial, tercero seguido.
Resistió Honduras en el primer tiempo, más por lo que se enredó Australia que por su planteamiento ultradefensivo. Líneas juntas y orden en los movimientos, sí, pero poco más ofreció el combinado de Jorge Luis Pinto.
La barrera hondureña cayó a los 55 minutos, cuando una falta lanzada por Jelinak la desvió Henry Figueroa para despistar completamente a Escober. Sin un plan alternativo, Honduras se vio tan lejos del Mundial como de la portería de Ryan, al que apenas había visto de cerca.
Con la puerta ya abierta, Australia siguió amasando el balón con la idea de que la recompensa a su idea acabaría llegando. Y llegó con dos tantos más de Jelinak, ambos de penalti (minutos 72 y 86). Solucionado el partido, sólo quedó esperar unos pocos minutos para celebrar la clasificación. El gol de Honduras al final no fue más que un accidente sin importancia.