Alberto Contador es ahora Don Alberto. El campeón ha colgado el maillot para siempre. No volverá como los toreros, que se retiran un par de veces. Ha engordado seis kilos y medio desde que se despidió emocionado desde el podio de La Cibeles hace menos de tres meses. Tiene la grasa repartida, dice, y no hay manera de que se le note. Es mortal, de carne y hueso, sonríe, mira sus vídeos y dice que aún no se cree que es él quien arranca a golpe de pedal en las montañas del Angliru. Son los trofeos de casa, curioso, los que le ponen en situación. «Los estoy colocando, que estaban todos desordenados, y entonces miro y recuerdo. Buff , que carrerón de aquel día…» frase literal de un joven de Pinto que no parece el ciclista extraterrestre que durante quince años nos puso el vello de punta.
Alberto, ciudadano de a pie, es conferenciante. Tiene labia, fotogenia, carisma. En los Desayunos de Europa Press volvió a encandilar a la afición, esta vez con el micrófono. Cuenta que lleva una buena cornada en la muñeca derecha, con un huesecillo bailón que le impide hasta estrechar la mano. Cosas de las caídas: «Nunca me rompí nada grave, pero esto es de poner las manos en el asfalto». Tiene hora en el quirófano en la primera semana de diciembre. Le han dicho que es baja para tres meses, pero se niega a aceptarlo. En el sacrificio es aún ciclista. Quiere ponerse en marcha en mes y medio. Le esperan conferencias en México, Argentina… No se lo va a perder. Le impulsa una buena causa. La que ahora le hace levantarse cada mañana: la promoción de su fundación para la investigación del Ictus.
De pedalear ni hablamos. Se acuesta tarde, como usted y yo, viendo programas de televisión. Se levanta pronto, pero no tanto como para llamarlo madrugar. Solo madruga antes de amanecer para ir de zorzales, y me entiende quien me entiende. Una vez a la semana pilla la bicicleta y se hace 120 kilómetros a todo trapo. El gen competitivo no le ha abandonado, le abandonan sus colegas del club de Pinto, que son incapaces de seguir su ritmo. El gusanillo no le vence, no vuelve a competir, seguro: «Y digo esto sintiendo que estoy en buena forma».
Don Alberto pensaba que iba a descansar sin Vueltas, Tours y Giros. Se equivocaba. No tiene una hora libre en su agenda. Le invitan a presentaciones, charlas motivadoras a empresarios, premios de todo tipo y por supuesto echa el ancla en casa un poco más que antes por una maravillosa razón: en abril será papá por primera vez. Macarena está feliz, tanto como el campeón, que sonríe ya nervioso cuando nos lo cuenta.
Don Alberto lo tiene hecho para ser próximo comentarista de televisión. Méritos acumula y nadie le pondrá un “pero”. Al revés, será un placer escuchar sus anécdotas, como la de ayer: «Yo jugaba a las quinielas con quince años para comprarme una buena bici. Nunca acerté y tuve que trolear la vieja que heredé de la familia». Ya ven, tricampeón de Giro, Tour y Vuelta tiene un pasado, como todos, claro. Pero mientras llega la hora de narrar etapas sentado en la silla de un plató, invierte tiempo, bastante, en seguir a “su” Real Madrid por televisión. “¿Pedro, me puedes decir qué le pasa al Madrid?”, vaya preguntita que me suelta, así a palo seco.
Su hermano, su calco, le pide que se dé prisa porque tienen que volar a Milán. Le esperan en la presentación del Giro. «En Italia me siento como en casa». Tanto como para asociarse con el italiano Ivan Basso en la idea de hacer grande el nuevo equipo Trek, aunque los dos quieren dejar claro que lo importante es la formación. Una cantera de campeones, de buenas personas sobre todo, que tengan en el deporte su aliciente. Y nada de malos rollos. Don Alberto, el chico de Pinto, se baja de la bicicleta con una frase rotunda: «Yo siempre fui honesto». Punto final.