A principios de mayo de 2014 el Atleti se jugaba la Liga en el Ciutat de Valencia. Ganar allí hubiese podido significar la obtención del título antes de tiempo pero cayó por un contundente 2-0 que dejó las cosas muy complicadas. Barça y Madrid se colocaban a tiro de piedra y tocaba sufrir. La afición granota pareció disfrutar mucho con aquel varapalo rojiblanco y hasta un jugador suyo, Diop, acabó celebrándolo con un baile frente a la grada rival al acabar el partido.
La anécdota, que no pasa de ahí, escenifica muy bien lo que significa para el Atlético de Madrid jugar en tierras levantinas. El cuadro rojiblanco ha escrito numerosas crónicas del desasosiego en ese terreno de juego y, como bien se han encargado de repetir durante la semana los que se preocupan de estas cosas, era además un campo maldito para Simeone. Parecía un escenario gafe en el que no resultaría fácil poder enderezar el rumbo de un Atleti abollado que sobrevive a base de tesón pero habrán observado que he empleado el tiempo pasado.
El cuadro colchonero se ha dado un auténtico homenaje frente al equipo blaugrana. No sé si ha sido provocado por la sobreexcitación de las cuentas del pasado, por el alivio revitalizador de los últimos resultados o porque el Atleti es realmente un equipo en alza, pero lo cierto es que se ha marcado seguramente el mejor partido de lo que llevamos de temporada. Por resultado, por actitud, por intensidad, por personalidad y, lo siento por los analistas de la corte, también por juego.
Notarán cierto sarcasmo en esa última frase pero es que es inevitable que me salga después de escuchar los análisis en caliente por parte de los que saben de esto. Incluso con un 0-5 en el marcador, y sin ruborizarse, los canales oficiales seguían alimentando el estereotipo oficial del Atlético de Madrid. Ese que está incrustado a fuego y sangre en el imaginario colectivo. Ese que aplica muy bien en partidos frente a Real Madrid/Barça (o similiar), pero que es muy cuestionable fuera de ahí. Ya saben, eso del equipo juntito, que acumula músculo en el centro del campo, que tira de pundonor, que espera agazapado atrás y que sale al contrataque como buen equipo menor que es.
No soy muy de estadísticas aplicadas al fútbol (lo mejor es siempre ver el partido entero con la mente despejada) pero juguemos en ese terreno. Echémosle un vistazo a un par de datos. Atendiendo a ese cetro moderno del fútbol contemporáneo que es la posesión del balón es fácil observar que el Atleti la ganó por un significativo 55,3%. ¡Cómo! ¿Cómo puede ser? Espera que hay más. Dio veinte pases más que su rival, sacó más córners, le pitaron todos los fueras de juego y resulta que los mapas de calor demuestran que donde más se jugó (casi el 50% del tiempo) fue en el centro del campo. Pero claro, no dejen que las estadísticas o un análisis de mirada limpia te impidan estropear un buena historia. Sobre todo cuando la historia es conocida y aceptada por todo el mundo y cuando cuestionarla supone sacar la patita, salirte del sendero y enfrentarse al Gran Hermano.
El partido en el Ciutat de Valencia sirvió para varias cosas pero sobre todo para revitalizar a Griezmann. A partir de un recurso muy interesante de Simeone, el francés se salió. Saltó al césped en una posición algo más retrasada y encaró el partido desde el medio. Dejando el sector atacante a Correa y su compatriota Gameiro. No era una posición nueva para él, ha jugado más veces ahí, pero había sido más un recurso de circunstancias que una propuesta. El cambio fue una bendición del cielo. Con Gameiro resucitado y haciendo de nueve puro, la movilidad y dinamismo de Correa, Saúl o Koke hicieron que apareciese el mejor Griezmann. Dio un auténtico recital de juego entre líneas, pases al hueco, inteligencia táctica, remate y compromiso. La desesperada necesidad de delantero centro en el Atleti no es sólo una cuestión de goles sino una palanca que habilita otras propiedades que tiene el equipo.
Mientras Gabi hacía de corrector de errores, Saúl, Koke, Filipe, Thomas, Correa y Griezmann intercambiaban posiciones y se ponían a jugar. Rápido y bien. Los dos primeros goles del Atleti fueron realmente del cuadro levantino pero la mejoría era más que patente antes de que se inaugurase el marcador.
Muñiz, entrenador levantino, decidió jugarle al Atleti subiendo mucho la defensa y adelantando la presión. Imagino que conocedor de las dificultades de los de Simeone para crear juego bajo presión, verdadero talón de Aquiles esta temporada, decidió apostar por esa fórmula. Sobre el papel no suena descabellado, y estoy seguro de que le hubiesen tachado de visionario con un resultado diferente, pero ya sabemos cómo acabó todo y cómo se las gastan los que explican las cosas a toro pasado.
Enero se acerca y el Atleti sigue vivo. De hecho parece cada vez mejor. Salvo el probablemente irreversible tropezón del Qarabag, los de Simeone siguen agarrados a la actualidad y da la sensación de que todo lo bueno está por venir. Paciencia.
Aquí en la India donde curro, elpartido empezaba 1:45 de la mañana, pero me bastaron ver los 15 primeros minutos de intensidad ¡¡¡como en los inicios del Cholo¡¡¡ para recordar que este si era el Atleti del Argentino. Despues de la primera parte me fuí a dormir tranquilo con una sorisa de oreja a oreja, habiamos vuelto, o mejor dicho, ahora empieza lo bueno¡¡¡¡¡
Felicides Don Ennio, simpre sagaz y acertado.
Jesus