Poco me importa si las rayas de la nueva camiseta de la Selección son moradas o azules. Según mis humildes bastoncillos oculares, las rayas son moradas como el pendón de Castilla, pero podría estar equivocado y ser víctima de las caprichosas longitudes de onda sobre el tejido Climacool. Insisto, no me importa. Si las rayas son moradas y los republicanos se sienten integrados en el equipo, bienvenida sea la ocurrencia. Sobra decir que la Selección es el equipo de todos, de los partidarios de la monarquía constitucional, de la república constitucionalista, del federalismo monárquico o republicano, de la nación de naciones, de la unión de municipios ibéricos y de Piqué (espero no dejarme a nadie).
El asunto cromático, especialmente en las banderas, es de un relativismo que resulta aleccionador. Cuando en la Segunda República se introdujo en la bandera española un tercer color fue para rendir homenaje a la franja morada de Castilla. Así se justificaba en el decreto correspondiente: “Hoy se pliega la bandera adoptada como nacional a mediados del siglo XIX. De ella se conservan los dos colores y se le añade un tercero, que la tradición admite por insignia de una región ilustre, nervio de la nacionalidad, con lo que el emblema de la República, así formado, resume más acertadamente la armonía de una gran España”. Por cierto, no sé cuántos de los republicanos que defienden la insignia tricolor y sus ideales suscribirían los argumentos de los padres de la República….
Pero volvamos a la cuestión. Hoy todos sabemos, con independencia de nuestros bastoncillos oculares, que la bandera castellana no fue morada, sino roja. Si los estandartes se tornaban morados es porque el rojo pierde vigor con facilidad, y que nadie quiera ver en esto una metáfora liberalista, no lo consentiré. Es por tal motivo que la bandera de la ciudad de Madrid es morada y la de la Comunidad (constituida en 1983) roja como un Ferrari y con estrellas que evocan la cerveza Mahou; en la capital somos partidarios de la más absoluta diversidad y brindamos por ello.
En definitiva, que las rayas resultan procedentes sean ilusioramente moradas o azules como el mar azul. Da igual. La camiseta es bonita, sienta bien si estás bronceado, seca el sudor, refrigera el calor y su sistema slimfit comprime las lorzas que se dejan comprimir. Y algo más: con ella disputaremos el Mundial de Rusia, un imponente país sin necesidad de entrar en las tonalidades cromáticas.