Hay problemas imaginarios que terminan por hacerse problemas palpables. Supongo que ocurre porque tenemos una inclinación natural a cumplir las expectativas ajenas, aunque sean nefastas. El Real Madrid no tenía ningún problema cuando empató contra el Valencia en la segunda jornada del campeonato de Liga. Venía de ganar con brillantez la Supercopa y de apabullar al Deportivo en Riazor. El Valencia, en once jornadas, se ha encargado de demostrarnos que aquel tropiezo era razonable. Sin embargo, el primer nivel de alerta se disparó.
El empate contra el Levante, siete días después, no descubrió ningún fallo estructural salvo un infrecuente desacierto ante la portería y, para ser justos, añadan también a un portero inspirado, Raúl Fernández. El caso es que el Madrid ha ganado cientos de partidos similares y en ningún caso ha tenido necesidad de recurrir al buen fútbol. Los más críticos, no obstante, echaron de menos el buen juego y lo convirtieron en razón principal. El problema imaginario comenzaba a tener contornos definidos.
En el partido contra el Betis las dudas de buena parte del madridismo ya pesaban sobre los hombros de los jugadores. Pese a todo, en otro tiempo, se hubiera ganado sin propiciar mayores debates. La pegada, ya saben. Aquellos puños de piedra. La falta de puntería habría sido una cuestión menor si no fuera por el resquebrajamiento táctico del equipo, vaporoso en el mediocampo. Y sigan sumando la mala suerte, nunca dejen de hacerlo.
El problema ya había nacido, tenía carita de luna y sólo había que ponerle un nombre. Cristiano, dijeron unos. Benzema, dispararon la mayoría. Zidane, apuntaron el resto. Cualquier respuesta servía porque la verdad está formada por un conjunto de respuestas que no se niegan las unas a las otras. Es cierto que los delanteros tienen una cuota de responsabilidad y que el entrenador no puede esconder la suya. Sin embargo, han sucedido otras cosas alrededor del grupo. Si para algo ha servido la lesión de Carvajal ha sido para calibrar su importancia en el equipo, decisiva; y lo mismo podemos decir de Keylor Navas, otra pieza fundamental a pesar del ninguneo recurrente. A partir de aquí, pero sólo a partir de aquí, podemos continuar la lista de problemas enunciando la baja forma de Marcelo y Kroos, y la enésima lesión de Bale.
El problema hizo la comunión en Girona y se graduó en Wembley. Algunos creen que se hubiera doctorado contra Las Palmas de no intervenir Marco Asensio. Mi opinión es que la sangre nunca hubiera llegado al río. Tengo la convicción de que los problemas naturales se solucionan naturalmente, basta con que vuelvan los ausentes en cuerpo o espíritu. Saldremos pronto de dudas. La visita al Wanda Metropolitano nos dirá quién tiene razón, si los que aprietan el botón rojo o los que diagnosticamos una gripe pasajera. Los días correrán lentos hasta entonces.