La pasada primavera, cuando faltaban pocos días para que terminase la temporada, tuve la oportunidad de intercambiar unas palabras con el Mono Burgos. Los rumores sobre fichajes copaban entonces la actualidad colchonera así que intenté conseguir una confesión clandestina sobre los planes futuros de la dirección deportiva. Fue imposible. Con mucha habilidad, recurrió a la ironía y al sentido del humor para no soltar prenda. Me tranquilizó mucho ver su sonrisa al hablar del futuro pero me descoló ver su preocupación por lo que pudiese decidir el TAS. Eso significaba que él tampoco sabía lo que podía pasar. “Estaríamos en un escenario completamente distinto si no pudiésemos fichar”, dijo. Y acertó.
La controvertida gestión de la directiva colchonera, ratificada por el TAS, ha condicionado el que jugadores que no iban a formar parte de la disciplina de grupo tengan que ser ahora los que defiendan el concepto de equipo. Ha provocado que esa transición suave que se anunciaba para los míticos veteranos de la plantilla haya tenido que retrasarse sine díe. Ha provocado que tengamos que estar buscando héroes entre tipos que no estaban predestinados a serlo.
El punto de partida no parecía idóneo pero el principal protagonista deportivo del primer tercio de temporada, sin duda, ha sido la falta de gol. Un fenómeno que no deberíamos entender como nuevo pero que lo asumimos como tal al descontar el efecto estupefaciente que tuvo el concurso de Griezmann la temporada anterior. El Atleti fallaba entonces casi tantas oportunidades como ahora pero el francés solía convertir alguna ocasión in extremis y con eso se nos pasaba el berrinche. Desgraciadamente el jugador galo no anda sintonizado con el equipo este año. Desde que decidiese jugar a esa incertidumbre mediática que tanto cabreó al personal rojiblanco en verano, parece imbuido en una especie de lucha interior que no le hace ningún bien.
Pero sería injusto centrar el tiro exclusivamente en Griezmann porque creo que el problema es estructural. Griezmann no está bien pero es que nadie lo está. Mi sensación es que la Guardia Pretoriana de Simeone se ha quedado muy reducida en efectivos, que no ha sido convenientemente apuntalada y que no se han encontrado soluciones internas. Si uno busca en temporadas anteriores verá que siempre, todos los años, Simeone tenía once tipos en los que confiaba. Una columna vertebran inamovible (un futbolista por línea) y un puñado de soldados que morían con él. Hoy es raro encontrar un aficionado colchonero que sea capaz de nombrar más de seis o siete jugadores a los que considera titulares. Para más inri, ninguno de ellos está en forma. El mejor jugador de lo que va de temporada ha sido probablemente Oblak, lo que habla muy bien del esloveno pero muy mal del equipo. Después es fácil que aparezcan nombres inesperados como los de Thomas, Correa o Lucas pero al final, cuando las cosas se han complicado, los que han acabado dando la cara han sido Gabi (34 años), Juanfran (32 años) o Godín (31 años).
Simeone ha probado de todo y a todos pero no le ha salido nada. Ha intentado forzar la integración de jugadores desubicados pero ha terminado siendo un desastre. Es sensato pensar que también se ha equivocado por el camino pero no soy capaz de concretar en qué. Ya no vemos esa mítica intensidad que hizo famoso al equipo pero desconozco la razón de su ausencia. El juego a balón parado, antaño una seña de identidad, hoy se ha vuelto una tortura. El estado físico que antes asombraba a medio mundo hoy ha desaparecido. ¿Por qué? No lo sé. ¿Habrá cambiado algo que no vemos? Puede ser pero, como dijo la escritora Lilliam Hellman, las personas que cambian se olvidan normalmente de contar el cambio a los demás.
Y hablando de cambios. Algún día habrá que hablar reposadamente sobre la idoneidad de emprender un cambio tan mayúsculo como el que ha emprendido el Atlético de Madrid justo en un momento tan crítico. El entorno, sin ninguna duda, no está ayudando. Ni ese nuevo Metropolitano, precioso y espectacular pero en el que todavía no nos reconocemos, ni esos nuevos aficionados, ávidos de sensaciones galácticas, que están confundiendo exigencia con soberbia y crítica con reproche. Que chillan y reclaman sangre. Que demandan unos modos y unas formas que, sinceramente, no sé dónde las han aprendido.
Pero ojo. Aunque parece difícil a estas alturas no perder la aventura de la Champions, el Atleti sigue invicto en Liga, no está descolgado de la cabeza y mantiene el pulso en Copa. A pesar de todos los pesares. En enero vienen Diego Costa y Vitolo y no es descabellado pensar que Koke, Griezmann, Carrasco, Filipe Luis o Augusto vuelvan a una forma razonable. Lo mismo entonces empieza a entrar la pelotita. Lo mismo entonces se van las nubes, entra la luz y lo tenemos todo mucho más claro.