No conviene abusar de la filosofía, pero si analizamos lo ocurrido en el Cerro del Espino entre el Atlético de Madrid y el Barcelona, veremos que, a veces, los principios son obsesivos, un lastre en el tobillo, una piedra en el camino. Ambos equipos firmaron la pipa de la paz, un empate, y estuvieron de acuerdo en no quitarse la camisa de fuerza hasta que la ocasión lo requiera. Quizá, en la segunda vuelta, cuando haga falta despeinarse, porque inclinar la balanza suponga algo más que tres puntos.
En la primera parte, el Atlético representó todo aquello que tiene grabado a base de sufrimiento y trabajo. El Barcelona no necesitó más que apelar a su propia razón de ser. El equipo culé supo manejar los tiempos, propios y ajenos, aunque aquello no se tradujese en demasiada profundidad. Tampoco le hizo falta, el control se lo supo encontrar de cara. Utilizó a Vicky Losada de metrónomo y disfrutó de una Alexia Putellas que dibuja primaveras en lugar de garabatos cuando juega en su sitio. El Atleti fue rácano con el balón y usó su experiencia de manera equivocada, corrió de más y no supo atacar más que por accidente. Silvia Meseguer pasó desapercibida, Amanda apenas pudo destacar por pundonor y Sonia y Ludmila fueron dos sabuesas con el olfato atrofiado porque el balón se quedaba lejos de su alcance.
El Barcelona esperó a que el Atleti le diese la razón, y Andressa, aprovechando un error de la zaga rojiblanca, fusiló a Lola Gallardo sin piedad, mientras las colchoneras seguían buscándose así mismas echando la vista atrás. El equipo dirigido por Ángel Villacampa tuvo que manejarse entonces entre malas experiencias, entre el recuerdo de la última final de la Copa de la Reina y entre la estadística que decía que el Atlético no veía puerta en la segunda parte frente al Barcelona desde la temporada 2012/2013. Al público del Atleti le falló hasta la psicología, porque Mapi León gestionó los pitos con una actuación que haría a cualquiera arrepentirse de haberla dejado marchar.
Pero ya saben para qué están las estadísticas. En la segunda parte el Barcelona siguió en sus trece, quiso el balón, aunque fuese para nada, por gula. Y eso, como todos ustedes saben, es pecado. Despertó del letargo el Atlético y se acordó de que, ahogando al Barça en la salida del balón, las culés pierden claridad de ideas. Las rojiblancas sólo necesitaron mirarse al espejo para animar el partido empujando al Barcelona hacia su propia área. En ese instante, el Atleti se encontró con algo de lo que presumía el equipo de enfrente y de lo que ni mucho menos carece, la calidad individual. Kenti Robles tomó la palabra y puso un balón caído del cielo en la escuadra de la meta defendida por Sandra Paños.
El gol en el Cerro, al contrario que en el Wanda, al Atleti le dio alas. A partir de ese entonces, el Barcelona fue de más a menos, con algún destello de Lieke Martens, pero sin la suficiente ambición como para ir a buscar la victoria. El Atleti pareció conformarse, aunque disimuló de vez en cuando con más voluntad que precisión. Tan bueno parecía el empate para ambos, que Vicky vio los últimos diez minutos del encuentro desde el vestuario y el Atleti no supo darse cuenta. Hubo tiempo para que el equipo rojiblanco pudiese llevarse la victoria a trompicones con un cabezazo de Silvia Meseguer, pero tras el pitido final, y con el empate en la mano, ambos equipos se fueron satisfechos porque ninguno de ellos habían renunciado a sus principios. Más aburrido, pero muy efectivo.
Pequeño apunte… Ciudad Deportiva Wanda es el nuevo nombre del Cerro del Espino.
Hola Carolina, el Cerro del Espino hace referencia (familiar) al mini estadio donde se jugó el partido (así lo llaman todavía las propias jugadoras) que se encuentra, efectivamente, dentro de la Ciudad Deportiva Wanda. Un saludo.