No es sencillo localizar a Vladimir Tkachenko. Hoy el gigante vive al margen del baloncesto en Moscú. Para dar con él resulta fundamental la ayuda de un compañero periodista ruso, que nos pone tras la pista de Serguei Tarakanov. El que fuera capitán de la histórica selección Soviética es hoy el presidente de los veteranos del CSKA. Antes de darnos el contacto de Tkachenko se ofrece para telefonearle y ponerle en situación, ya que su timidez le hace mostrarse esquivo con la prensa. Cuando se produce la llamada, el gigante Vladimir responde amablemente y acepta concedernos la entrevista. La llamada de Tarakanov ha surtido efecto. Antes de que comencemos a preguntar Tkachenko se lanza: ¿Qué va a pasar con Cataluña? ¿Se acabarán los Barcelona-Real Madrid?
No es la misión más sencilla dar con Vladimir Tkachenko, sobre todo si se empieza a tirar del hilo desde España…
– Estoy viviendo en Moscú y fuera del mundo del baloncesto. Trabajo en el departamento de servicios generales de una compañía de logística.
– Es muy posible que a los aficionados al baloncesto en España les cueste entender cómo es que Tkachenko no sigue vinculado al baloncesto.
– Hombre, no todos los ex baloncestistas se pueden convertir en entrenadores. Me invitaron al “mundo civil” y lo acepté.
– ¿Tkachenko es ahora un aficionado-especialista?
– Sí, desde que terminé la carrera en 1991. Amo el baloncesto, sigo la Euroliga, la liga rusa… incluso la ACB de vez en cuando. El baloncesto vive en mí, otra cuestión es que ahora mismo me dedique profesionalmente a otra cosa.
– ¿Qué le pareció el pasado Eurobasket y en particular los desempeños de las selecciones de España y de Rusia?
– España para mí era la clara favorita, pero creo que le faltó suerte en las semifinales. Serbia jugó a su nivel y los que sí me sorprendieron fueron los eslovenos. Creo que han sorprendido a Europa entera, de hecho. Rusia no diría que estuviese mal, pero tampoco demasiado bien. Era una plantilla competitiva, con gente NBA… Si hubiésemos llegado a las medallas, diría que ha sido un éxito, pero siendo cuartos nos hemos quedado en tierra de nadie.
– La sombra del doping ha perjudicado sobremanera la imagen del deporte ruso a nivel internacional…
– En nuestros tiempos era algo que no existía para nada. Se te tomaban las muestras en los JJOO, claro, pero no era un tema de conversación siquiera. Nunca fue un problema.
– Abrines, Mirotic… Muchos son los ejemplos que muestran que el deporte ha cambiado. Por ejemplo, en la relación entre jugadores y clubes con las selecciones nacionales.
– En nuestros tiempos esto no existía. Jugar con la selección de la URSS era lo máximo y un honor. Luego en la selección rusa hubo un tiempo en el que incluso alguien se inventaba alguna lesión para no acudir a jugar, pero es algo que se ha dejado atrás. En mi opinión, que te convoquen con tu selección es un honor y debería ser una meta para cualquier jugador: poder representar el país que te ha educado y ha marcado tu camino en la vida.
– La NBA sigue marcando los ritmos del baloncesto moderno. ¿Qué le gusta más y qué menos de lo que está pasando?
– Obviamente la NBA es la mejor liga del mundo y lo que rodea el deporte ahora no es comparable a lo que sucedía en mis tiempos. En los 80 jugábamos por una nómina de 300 rublos. Ahora mismo no hay que irse a Estados Unidos, los grandes clubes europeos pagan unos sueldos de locos. En este sentido el deporte ha dejado de ser deporte y se ha convertido en negocio. El deporte de verdad no debería estar tan unido al dinero.
– En ese sentido, ¿diría que tuvo mala suerte por haber nacido en aquella época?
– Yo no voy a quejarme de nada. Lo que pasó, pasó.
– ¿Cómo cree que se sentiría Tkachenko en el baloncesto de hoy en día?
– Es difícil saberlo con certeza, pero seguro que a nivel táctico, a la hora de defender por ejemplo, un entrenador válido me encontraría utilidad. No creo que fuese una gran estrella, pero sí que podría ser muy beneficioso para mi equipo. La diferencia principal entre el baloncesto de hoy y aquel al que jugaba yo es la velocidad y el físico de los jugadores. Nuestro baloncesto era muy clásico, centrado en las combinaciones. Ahora es un deporte mucho más explosivo. Pero es normal, cada década tuvo su baloncesto. También hay que destacar la cantidad de extranjeros que juegan ahora en las ligas nacionales… Creo que no es posible comparar.
– Para todo jugador que destaque hoy en día en el baloncesto mundial, la NBA es una meta o, al menos, un sueño. ¿Qué era para usted?
– Imagínese. En aquellos años íbamos muchas veces con la selección de la URSS a Estados Unidos para jugar con combinados universitarios. Hacíamos un tour de un mes cada año y todos estos partidos eran de tú a tú. De unos 15, ganábamos poco más de la mitad. Y la NBA era ya otra dimensión, era algo que veíamos por la televisión y admirábamos. Nunca jamás se nos pasaba por la cabeza que jugaríamos en competiciones oficiales con jugadores de la NBA y no fue hasta el año 92, que ya no era la URSS, cuando los nuestros se enfrentaron a gente NBA.
– Sí que salió de Rusia para jugar al baloncesto y vino, precisamente, a España. ¿Cómo pasó?
– Sí, me fui a una gran ciudad y un buen equipo. Fue Papá Gomelski el que tenía los contactos y me puso la oportunidad sobre la mesa. Pero ya tenía 33 años y mis rodillas estaban hechas un desastre. Estuvimos media temporada siendo primeros y todo era felicidad, hasta que mis rodillas dijeron basta. Me empezaron a infiltrar, incluso fui a ver a médicos especialistas en Rusia, pero hacia el final de la temporada me di cuenta de que era hora de terminar con el baloncesto. No quería fallarle a la gente ni a mí mismo.
– Aquí le recuerdan con mucho cariño. Creo que su primera vez en España fue en 1975, para un Europeo júnior en Santiago de Compostela…
– Creo que los españoles son gente muy especial, abierta y bondadosa. Jamás me sentí ofendido o vi algún gesto feo hacia mí. Y sobre todo, son muy amantes del baloncesto y el deporte en general. Las emociones que rodean el deporte en España… Aquí es diferente, la gente no es tan pasional.
– En España usted es mucho más que un jugador de baloncesto. Hay un grupo de música con su nombre y cuando hay un chico alto en cualquier grupo todos le conocen cariñosamente por Tkachenko. ¿Qué sensación le produce saber esto?
– (Ríe) Me sorprendió muchísimo cuando me enteré de lo del grupo. Les estoy muy agradecido que pensasen en mí para ponérselo de nombre. He estado en medio mundo, pero los recuerdos de más cariño los guardo hacia los españoles.
– ¿Qué jugadores españoles del momento recuerda?
– De la Cruz, Corbalán, Fernando Martín… Con Romay tenemos la misma talla de pie, un 54, y hace unos 10 años me mandó zapatillas a Moscú. Gracias de nuevo
– ¿Está pendiente de España como país?
– Claro, claro, todo el mundo está hablando de Cataluña ahora mismo. Si os soy sincero, me es complicado valorarlo desde mi campanario. Qué es mejor, qué es peor… Pero la separación me da pena. Me dio pena para la URSS en su día, para Yugoslavia…
– Muchas naciones en un país. Lo experimentó en sus carnes con la URSS y luego con su caída.
– Si alguien me dice en el 85 que la URSS va a dejar de existir, pensaría que estoy hablando con un loco. Claro que no estaba muy metido en política, pero la Unión Soviética creí que duraría siglos. Es política.
– Aunque era usted un héroe en la URSS, vivía como uno más. ¿Qué recuerda de aquellos tiempos?
– Pues era una vida muy sencilla. Un piso y un coche, eso es todo lo que tenía. Aunque hoy sigo igual, nada ha cambiado. Me acuerdo de que estaba orgulloso de vestir la camiseta de la URSS, de escuchar el himno. Sentía que tuve suerte de nacer allí y no quería irme a ningún otro lado.
– ¿Se sentía al más alto nivel del deporte soviético la presencia del Gobierno, la KGB…?
– Bueno, no es ningún secreto que, cuando íbamos a jugar al extranjero, siempre había una persona que nos tenía vigilados. En mi vida tuve una experiencia personal al respecto, ya no lo escondo. En aquellos tiempos, para ganarse un sobresueldo lo que hacíamos muchos del equipo es que comprábamos divisa en la URSS, nos la llevábamos a la tourné, comprábamos cosas en el extranjero, ropa, algo de electrónica, y lo revendíamos en casa a la vuelta. De esta manera manteníamos un poco un nivel de vida aceptable. Pues en el 82 me pillaron, me convocaron en los cuarteles de la KGB para tener una charla aleccionadora, una riña, en resumen “que no lo hiciese más”. Me prohibieron durante un año viajar con la selección, pero de nuevo Papá Gomelski ayudó y pude volver a salir. Así era nuestro país, era un país extraño pero, para mí, querido.
– En 2015 le incluyeron en el Hall of Fame de la FIBA, aunque usted lo recuerda por otro motivo…
– Me acuerdo que me llaman para convocarme para el evento y de repente me entero de que vendría al mismo acto que yo el mismísimo Michael Jordan. Me alegré más por eso que por lo del salón de la fama (ríe). ¡Tenía tantas ganas de conocerle! Me acuerdo que cuando terminé la carrera, andaba muy pendiente de los Bulls de los 90 y para mí era como un extraterrestre. El mejor de todos los tiempos. Al final no fue, pero estuvo un representante suyo al que dejé unas fotos para que me las firmase y devolviese por correo. Han pasado dos años ya y aquí sigo esperando (ríe).
– El que sí estuvo entonces es Sarunas Marciulenis… ¿Mantienen el contacto con él, con Sabonis, etc.?
Por teléfono sí que nos llamamos de vez en cuando. Por los cumpleaños por ejemplo. Por mi 60 cumpleaños me llamó Sarunas, Sabonis, Volkov, Tihonenko… En el día a día, entre los “ancianitos” mantengo el contacto con Tarakanov.
– ¿Ha sido Sabonis el mejor hombre alto blanco con más proyección para el baloncesto que jamás haya nacido?
– Me parecería una afirmación más que justa. Sin ningún tipo de celos o temas nacionales…, es que era puro talento. Aparte de que era muy alto, tenía el baloncesto en la cabeza.
– ¿Cómo eran las relaciones en aquella selección soviética entre los rusos y los nacionales de otras repúblicas?
En el equipo estábamos georgianos, estonios, lituanos… Jamás vi ningún problema, que alguien mirase mal a un compañero, nada de eso. Quizás era yo el que no lo veía, no lo sé. Es que no se me pasaba por la cabeza. Éramos la URSS, un único país y yo no percibía ningún tipo de tensión o conflicto en aquel equipo.
– ¿Quién resultó ser su gran mentor baloncestístico?
Pues resultó ser Gomelski. Aunque tuve muchos buenos entrenadores, sobre todo al principio en Ucrania. En la URSS también me entrenó Kondrashin. Pero el que más me influyó fue Gomelski.
– ¿Qué recuerda de él?
– Era un gran psicólogo, más que un filósofo del baloncesto. Sabía motivar al equipo, el palo, la zanahoria… Sacaba de todos el máximo. Y lo más importante es que cuidaba de los suyos en los despachos. Iba y pedía que a tal o cual jugador se le asignase un coche o que se le buscase un piso donde cupiese mejor con su familia. Luchaba por nosotros y es algo que los jugadores respetábamos mucho.
– Le hemos escuchado decir en varias ocasiones aquello de “yo no elegí el baloncesto, el baloncesto me eligió a mí”.
– Es que así fue, sin ninguna duda. Si en quinto de primaria ya medía 1,90. Me acuerdo que comencé a jugar en Sochi porque me inscribieron en la sección de baloncesto del colegio. En el 72, cuando ya tenía 15 años, vinieron a Sochi a la vez tres representantes, de Kiev, de Leningrado (San Petersburgo) y de Moscú. Tuvimos un cónclave familiar y elegimos Kiev, al fin y al cabo mi padre, mi madre, todos éramos ucranianos. Pero es algo de lo que hoy me arrepiento, porque ahora a raíz de lo que pasó en 2014 me veo separado de mi familia: mi hermana y los suyos se han quedado allí en Ucrania. De nuevo la política separa a la gente.
– ¿Cuál es su recuerdo baloncestístico más alegre?
– 1982, nuestra victoria en el Mundial. Fue muy emotivo porque después de algunos altibajos, fue una consagración absoluta.
– ¿Y el más triste?
– No ganar el oro en los JJ.OO. de Moscú. Perder los Juegos en casa, encima con los americanos fuera de juego… Teníamos que haber ganado y no salió, fue una gran decepción.
– ¿Recuerda la última vez que echó unas canastas?
– Hará unos 10 años o así. Yo soy de la opinión de que uno sale a la pista para que su cuerpo haga lo que él quiere que haga… Por eso yo nunca fui de participar demasiado en partidos de veteranos y ese tipo de eventos.
Solo un detalle, el Eurobasket Junior de Compostela fue en 1976, no en 1975, en aquel equipo, que perdio la final contra Yugoslavia, tambien estaban otros jugadores que luego serian internacionales absolutos como Lopatov, Tarakanov o Belostenny.
Este hombre destila bondad total y absolutamente. Imagen de una persona que está en paz consigo mismo y no reprocha nada a nadie. Ejemplar. Ojalá todos copien de él, yo el primero.
Gracias
[…] que éramos parte de lo mismo. La familia de mi madre viene de la ciudad de Jarkov, los padres de Vladimir Tkachenko también eran ucranianos y, en general, siempre hubo en mi entorno rusos con raíces profundísimas […]
Aspasiva Tachenko
Gloriosa entrevista a un jugador injustamente tratado. Muchas gracias