Cuenta el pianista escocés Steven Osborne que una vez, en mitad de una interpretación del concierto nº23 de Mozart, sin saber cómo ni por qué, comenzó a sentir que iba a olvidarse de la siguiente nota. Había tocado la pieza millones de veces. Se la sabía perfectamente y quedaba de maravilla en el calor de su sala de ensayos pero allí, delante de un imponente auditorio, comenzó a sentirse como un principiante. Vladimir Horowitz tuvo que dejar los escenarios durante años por ese mismo motivo. Hay muchos otros músicos o artistas, muchos más de lo que el público general sospecha, que han sufrido o sufren algo parecido. Desde Axel Rose a Marilyn Monroe. Algunos son capaces de lidiar con ello. Otros tienen que modificar la trayectoria de su carrera o incluso abandonarla. Es un problema de conducta conocido entre profesionales como Pánico Escénico y eso precisamente es lo que creo que le ocurre al Atlético de Madrid en estos momentos.
Es imposible que Simeone se haya olvidado de entrenar, que los jugadores que ayer mismo se paseaban por el podio europeo se hayan olvidado de jugar o que los delanteros que han llegado hasta la élite del fútbol mundial a base de ganar partidos, sean incapaces de hacerlo precisamente hoy. No. No puede ser tan simple. Podemos entrar a descuartizar los matices, analizar las variantes tácticas o incluso podemos creer que todo es una especie de contubernio mentiroso pero seguiremos igual. El Atleti no mete goles. Es así. Probablemente no sea el único problema que hoy por hoy tiene el equipo colchonero, no lo es, pero esa palmaria, sorprendente y preocupante ineficacia a la hora de hacer gol condiciona absolutamente todo lo demás.
El partido contra el Villarreal ha sido raro. Llevamos pocas fechas en el nuevo escenario y no terminamos de ajustar las referencias para familiarizarnos con un recinto que, queramos o no, sigue siendo nuevo. Pero las circunstancias tampoco ayudan. Ni los malos resultados, ni el histerismo impaciente de ciertos elementos que parecen estratégicamente colocados en la grada, ni esa pataleta incomprensible que hoy ha tenido el Fondo Sur, líderes indiscutibles del sonido de cualquier estadio en el que juegue el Atleti, al decidir mantenerse en silencio durante toda la primera parte.
El equipo salió apático al campo. Constreñido. Atenazado. Con mucho miedo a fallar la siguiente nota. Temeroso de errar una sinfonía que, a estas alturas, sabemos que se sabe de memoria. Enfrente, al Villarreal le valía con estar ordenado para desarmar a su rival. Los de Simeone estaban todos en su sitio pero estáticos. Como muñecos de futbolín. Dominaban la pelota pero las transiciones eran tan lentas que resultaban previsibles. Vulgares. Menos mal que Correa está todavía en otra sintonía y, con sus errores y sus aciertos, es ese jugador que traspasa la cuarta pared para romper los esquemas. Cambiándose de banda, girándose cuando nadie lo espera o tirando de eso tan argentino (y tan futbolero) que desgraciadamente parece en vías de extinción. El regate.
Es un gran jugador al que quizá le esté penalizando su querencia a ocupar el mismo espacio que ocupa Griezmann. Viendo al pequeño delantero (ayer interior) tratando de hacer fútbol, Thomas y Saúl acabaron por sumarse al carro. Gabi cerraba la puerta, Griezmann empezó a combinar y el Atleti se hizo, por fin, con el control. Y llegaron ocasiones. Pero se fallaron. Primero Griezmann, luego Godin y luego Saúl. Nada. Imposible. También tuvo el Villarreal la suya pero entre que a Bakambu se le nubló la vista delante del portero y que Savic apareció como una exhalación desde la nada, llegamos al descanso con empate.
Mientras estaba mirando esa impresionante cubierta del Metropolitano tratando de buscar una musa que calmase mis preocupaciones, me di cuenta de algo que me había pasado desapercibido. Quizá por esa frialdad que da el tener un estadio nuevo, un escudo nuevo y una camiseta nueva (que además es rematadamente fea) no me había dado cuenta de que el equipo también parece vacío de contenido y de referencias. Igual que al entorno, le falta personalidad. Algo que nunca había faltado desde la llegada al banquillo de Simeone y que, sinceramente, me preocupa mucho.
La segunda parte comenzó como acabó la primera pero en esa misma dinámica apareció un soberbio gol del que más se lo merecía. Filipe inició la jugada por la izquierda, pasó el balón hacía Griezmann y éste, de primer toque, de toque maestro, habilitó a Correa para que encarara por la derecha y metiese el balón en la portería.
El Gol parecía calmar la ansiedad. Era como encontrar el camino de vuelta a la tranquilidad desde una especie de mundo paralelo, tipo Stranger Things, en el que los rojiblancos parecemos estar viviendo últimamente. Nada más lejos de la realidad. En muy poco tiempo volvieron a aparecer todos los males contemporáneos del conjunto de Simeone. Primero fallando un gol cantado que hubiese cambiando el partido (Gameiro). Después perdiendo completamente el control. Al Villarreal le bastó adelantar un poco la presión para meter al Atleti en su área. Y más que por echarse atrás (que no creo que sea voluntario), por no saber qué hacer con el balón. Por olvidarse de jugar al fútbol. Por centrarse en mantener la posición y renegar de jugar como habían hecho hasta ese momento. Si a eso le sumas que, ya es oficial, el Atleti tiene un serio problema con los balones laterales colgados al área, la tormenta perfecta terminó por aparecer a la salida de un córner.
El empate deja un sabor terriblemente amargo en un momento decisivo de la temporada. De lo que haga el cuadro colchonero en los próximos quince días dependerá su futuro. Creo que todos vemos lo que pasa. Creo que todos sabemos lo que hay. No son tiempos sencillos, pero las crisis de ansiedad no se solucionan con gritos ni el pánico escénico se cura cambiando de piano. De hecho, uno de los consejos que dan para superar esta patología es concentrarte en el presente. Olvidar el pasado y el futuro. ¿Les suena? Efectivamente. Partido a partido.
Brillante análisis. Totalmente de acuerdo.
Muy buena crónica. Solo una cosa: tranquilidad. Si esos que solo quieren triunfos meten presión, no superaremos el difícil momento