Hay que hablar de pádel. De hecho, todo el mundo lo hace. La palabra ‘pádel’ está de moda. No es por cool, ‘snob’ o ‘mainstream’. Es porque este deporte, por detrás del fútbol –ese deporte convertido en fenómeno socioculutural-, se ha convertido en el segundo más practicado a nivel nacional y con un gran calado en el tejido social de la España del siglo XXI.
Pero, ¿qué es el pádel? ¿de dónde viene? ¿cómo se juega? Estas y muchas otras preguntas se convierten en recurrentes a la hora de explicar cuál es ese deporte novedoso que está causando furor en la sociedad española sin entender de sexos, edades o estatus social.
El pádel es un deporte que se disputa por parejas, se juega con una pala de pádel –que no raqueta– por jugador y tiene lugar en una pista de cristal o muro. La puntuación es exactamente igual a la del tenis –su hermano mayor- y permite jugar con las paredes como parte del juego. Aprobada la teoría, ¿quién o qué inventó el pádel?
Son muchas las teorías y pocas las certezas sobre su creación. La que lo data de mayor antigüedad asegura que la palabra pádel deriva del inglés ‘paddle’ y que ya en el siglo XIX un protopádel existió en algunos barcos británicos para diversión de los marinos. Otros aseguran que el ‘Paddle Tennis’ que tuvo éxito en los años 20 en Nueva York daría paso al deporte de la pala años más tarde.
Pero sin duda, de todas las teorías existentes, la más tradicional y extendida entre los practicantes es la de que fue el mexicano Enrique Corcuera quien, estando en su residencial vacacional de Acapulco a finales de los años 60, decidió colocar muros a su pista para evitar que la vegetación obstaculizara el juego. Esta corriente es la que explicará el porqué del arraigo del pádel en España y para ello hay que viajar a la Costa del Sol.
Porque el pádel pisó por primera vez suelo patrio en Marbella, concretamente en el lujoso Marbella Club. Corrían los años finales del régimen franquista cuando el aristócrata Alfonso de Hohenlohe, noble, fundador de dicho club y promotor inmobiliario, instaló la primera pista gracias a su profunda amistad con el ideólogo y creador mexicano.
Lejos de ser una teoría, esta realidad reunió a muchas celebridades en torno a la primera pista de pádel, pero su crecimiento fue lento y pausado. No lo fue así en Argentina donde, tras llevarlo Carlos Alberto Menditeguy, corrió como la pólvora hasta la grave depresión económica. En España, tardaría algo más en arrancar hasta tener su primer gran figura. Y no, no sería deportiva.
Y es que para entender el ‘boom’ del pádel debemos retrotraernos a los años 90 cuando, sin quererlo, se presentó al gran público en España de la mano de José María Aznar. El por entonces máximo representante del poder ejecutivo español popularizó de forma indirecta el deporte de la pala. Lo hizo visible. Para bien y para mal. Contribuyó a poner el pádel en boca de muchos y acabó por grabar a fuego en torno a ese deporte un estigma que le perseguiría durante años y que, hasta ahora, había sido imposible de borrar: el pádel es un deporte de pijos. Y lo fue, es cierto. Un cliché de pelo lacio, ropa plagada de banderas de España y hablar aristocrático que, con el tiempo, ha acabado por derrumbarse.
Porque la caída de este tópico tuvo como escenario principal, como tantas otras cosas en este país, la burbuja inmobiliaria. La construcción masiva de urbanizaciones en España ayudó al crecimiento exponencial del pádel –sin dejar de lado clubes y escuelas- al poner en cada urbanización de nueva construcción una pista de pádel. Un servicio más para los nuevos compradores y una campaña de marketing soterrada detrás tan eficiente como simple.
Y nacieron los clubes de pádel. O puede que estuvieran antes. Seguro existían algunos que a día de hoy pueden hacer gala de ser pioneros y tener tradición. Lo cierto es que el ‘boom’ en torno al deporte de la pala trajo consigo que, superado el ‘Efecto 2000’, surgieran como setas pistas de pádel, clubes y escuelas en todo el territorio nacional. Y por la simple y llana relación de causa-efecto, el número de jugadores fue creciendo.
Más de 10 años de crecimiento exponencial que no aguantan comparación con ningún otro deporte. Una industria que ha crecido a pasos agigantados hasta convertirse en una burbuja en muchos de sus sectores. Una moda con más de cuatro millones de practicantes en 2016. De poco más de 400 licencias federativas en 1989 a superar las 60.000 en 2017 por encima de algunos deportes como el ciclismo o el atletismo. Una evolución sostenida que corrobora que el pádel ha conquistado gran parte del panorama nacional lanzándose incluso a la conquista de Europa. Un deporte de origen desconocido que se crió como un niño pijo en nuestro país y que, para sorpresa de muchos, ha acabado convirtiéndose en el nuevo deporte de masas.
Muy buen articulo!