Marc Gasol tiene una habilidad innata que por su propia esencia es difícil de descifrar: es capar de completar hazañas o de marcar una época sin que apenas se percaten los suyos, los que debieran ser sus principales avalistas. Sorprende el cohibido grado de su relevancia en España en relación a sus proezas, bien por la sombra de su hermano, por la preponderancia de las pruebas documentales como internacional español en el juicio a un jugador que ya cumple su décima temporada en la NBA, o porque la gran mayoría de los consumidores se queden con los titulares de prensa o los treinta segundos diarios de NBA en los informativos televisivos generalistas.
El mediano de los Gasol ya había sido elegido mejor pívot de una temporada en la NBA, dos veces all star y mejor defensor del año cuando sufrió una fractura navicular en su pie derecho, ya con 31 años. La misma lesión que había dinamitado poco antes las carreras de otros pívots como Ilgauskas y Yao Ming. Sin que sepamos concretamente qué eslabón de la cadena precedió a cada cual, lo cierto es que el jugador de Memphis Grizzlies aceleró su cuidado bionutricional en grado extremo, una tendencia que ya había iniciado en 2014, una año y medio antes de la lesión. Marc no solo se recuperó plenamente de la lesión sino que volvió a ser all star. La llegada en 2016 de un nuevo entrenador a los Grizzlies, David Fizdale, desencadenó la transformación en el juego del pívot titular del equipo, con la primera simple intención de un cambio de sistemas. Se alejó del aro y empezó a tirar mucho más desde la distancia de tres puntos.
Una vez conocidos los antecedentes y como consecuencia de un devenir más o menos casual o quizás por una confluencia caprichosa de factores, podríamos estar asistiendo a la configuración, como si se hubiera realizado en un laboratorio, de un antídoto, aún hipotético y en prueba de experimentación, pero una especie de vacuna o contraveneno contra el arma más letal quizás nunca conocida. Un neutralizador del probablemente mejor equipo de la historia del baloncesto. Así sintieron los Golden State Warriors el sábado pasado a Marc Gasol.
.@marcgasol DEFINITELY woke up in beast mode. ?? pic.twitter.com/yx2rY4YVmB
— Memphis Grizzlies (@memgrizz) 22 de octubre de 2017
Porque nunca el equipo de Steve Kerr se había encontrado delante de un jugador con tales compendios de estatura, velocidad de reacción, lectura de juego, manos, capacidad de pase, experiencia y acierto en el lanzamiento exterior. Y que con todos esos atributos no se dé ninguna importancia ni la haga presentir. Los Warriors intentaron frenarlo con el considerado mejor defensor de la liga en la actualidad, Draymond Green. Idearon cambios defensivos para que Klay Thompson pudiera quedarse delante de Marc en la línea de tres puntos. Le hicieron algún dos contra uno y finalmente optaron por la resignación de las faltas. Nunca antes Marc Gasol había lanzado 17 tiros libres en un partido de la NBA. Los Grizzlies se llevaron la victoria, los Warriors se desquiciaron hasta tal extremo que salieron expulsados antes de tiempo Curry y Durant, y Marc se marchó del FedEx Forum a su hora, por Beale Street, como cualquier noche de partido, con el objetivo de cenar una ensalada. Y aquí tanta gente sin percatarse.
La realidad es, y eso es irrefutable, que con la Selección no rinde igual, ni de lejos, que en la NBA. Es algo así como el Messi de los Grizzlies.
En la selección no se juega para él porque todo el juego pasa por jugar con y para Pau, así que es imposible ver a un Marc similar al de memphis.