Alguien dijo una vez que «la cultura es pan para el alma». Y así, con cultura y con una lección de Historia quieren combatir el antisemitismo la Lega Calcio y la Lazio. El club, al menos, públicamente.

Los ultras de la Lazio, conocidos por su ideología fascista, sumaron el pasado domingo en el partido contra el Cagliari una nueva provocación que añadir a su ya larga lista de ofensas, insultos y desafíos. Inundaron la zona del estadio Olímpico que habitualmente ocupan los aficionados de la Roma con pegatinas de Ana Frank, víctima del Holocausto nazi, vestida con la camiseta romanista.

El fútbol italiano reaccionó con celeridad. La Lega decidió que en todos los partidos de la próxima jornada se guarde un minuto de silencio como homenaje a las víctimas del Holocausto mientras se lee un fragmento de ‘El diario de Ana Frank’.

En la misma línea, la Lazio promoverá una iniciativa anual en la que 200 jóvenes seguidores del club viajarán a Auschwitz para que tomen conciencia de unos “hechos que nunca deberían olvidarse”, tal y como declaró el presidente de la entidad, Claudio Lotito. Éste llevó unas flores a la sinagoga de Roma como gesto de disculpa, junto a los jugadores Wallace y Felipe Anderson. Sin embargo, este acto quedó ensombrecido por unas declaraciones previas del propio Lotito, que en una conversación telefónica difundida por el diario ‘Il Messaggero’  calificó la visita como una «sceneggiata», una farsa.

La indignación alcanzó al presidente de la República, Sergio Mattarella: «Usar la imagen (de Ana Frank) como un insulto y una amenaza es inhumano y alarmante para el país».

«Esto no es una hinchada, esto no es fútbol, esto no es deporte. Fuera los antisemitas de los estadios», escribió Ruth Dureghello, presidenta de la comunidad judía de Roma, en su cuenta de Twitter.

El fútbol, tan desconectado de la realidad en otras ocasiones y al que no pocas veces se ha acusado de falta de sensibilidad, ha decidido luchar contra el fascismo con literatura e Historia, armas incómodas para los ultras y con las que estos no están acostumbrados a manejarse.

Paolo Di Canio hace el saludo fascista.
Paolo Di Canio hace el saludo fascista.

La vinculación de la Lazio con el fascismo es tan larga como la historia del club. Su símbolo es el águila que posa sobre su escudo, elegido por los fundadores como homenaje al Imperio Romano. Contó entre sus simpatizantes con el dictador Benito Mussolini, referente ideológico para su sector de seguidores ultras y para algunos de los futbolistas más importantes que han pasado por la entidad, como Giorgio Chinaglia y Paolo Di Canio, que siempre presumieron de su ideología fascista. Si Chinaglia, ya fallecido, entraba en el vestuario con pistola, Di Canio fue ultra del club antes de ser futbolista y luce un tatuaje con la palabra Dux. Así se hacía llamar Mussolini.

En una trayectoria tan ominosa, uno de los momentos más indignos de la Curva Nord se produjo en 1998, cuando en un derbi romano exhibieron una pancarta dedicada a la afición rival con la siguiente leyenda: «Auschwitz es vuestra patria y los hornos vuestro hogar». Cuando la Roma ganó el título de Liga en 2001, la felicitación de la facción fascista de seguidores laziales fue: «Equipo de negros, tribuna de judíos».

Pancarta de aficionados de la Lazio.
Pancarta de aficionados de la Lazio.

Ni sus propios jugadores se han librado de sus cánticos ofensivos, como el holandés Aaron Winter («negro judío») o el francés Djibril Cissé («negro bastardo»).

Muy diferente fue el trato que recibió el serbio Sinisa Mihajlovic. Amigo de Zeljko Raznatovic, conocido como Arkan, siempre estuvo muy cercano a la Curva Nord, que dedicó una pancarta al paramilitar serbio acusado de crímenes de guerra en el conflicto de los Balcanes: «Honor al Tigre Arkan».

Cuestionado por la última polémica de los ultras de la Lazio, Mihajlovic, actual técnico del Torino, respondió: «No sé quién es (Ana Frank). No leo los periódicos, no puedo hablar de esto, lo siento, pero me declaro ignorante en la materia». Ni periódicos, ni libros, ni una mirada atrás en la Historia.

Porque como escribió Ana Frank en su diario, «lo que se hace no se puede deshacer, pero se puede prevenir que vuelva a ocurrir».

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