Era 9 de Septiembre. El City jugaba en casa contra el Liverpool. Los de Guardiola se habían adelantado con un gol del Kun Agüero. Salah pudo empatar poco después para los de Klopp. Corría el minuto 36 cuando un balón largo mandado desde la línea defensiva botó delante de Mané, delantero del Liverpool. Ederson, meta del City, salió a despejar la pelota con la testa. Mané levantó el pie, Ederson llegó al balón primero, y la bota del delantero acabó en la cara del portero. Roja directa.
Una de las cosas que el fútbol me enseñó de pequeño es que dos personas pueden ver en la misma jugada dos cosas muy distintas. Primero pensé que la gente fingía ciertas opiniones futbolísticas por ser de uno u otro equipo y querer salvar la cara. Después me di cuenta de que realmente vemos cosas distintas dependiendo de nuestra ubicación en el mundo.
¿Os acordáis de cuándo, después de una decisión arbitral con polémica, solo conocíamos las opiniones de los de la tele, los periódicos y la gente del bar? Ahora las opiniones llegan al instante y todas a la vez.
La roja a Mané dio mucho que hablar en Inglaterra. El ex jugador galés Robbie Savage dijo: “Wow wow John Moss [el árbitro] nunca jamás una tarjeta roja”. El ex portero inglés David James felicitó a Ederson por su valentía y convicción, añadiendo que no hay nada que debatir sobre la decisión arbitral. Los hermanos Neville, ex del United, tampoco se pusieron de acuerdo: Gary dijo que no era roja y Phil que sí.
Gary Lineker, que nunca recibió ni siquiera una tarjeta amarilla en su carrera deportiva, escribió: “Una porquería la decisión de echar a Mané. Una porquería”. Gran parte del público parecía estar de acuerdo. La BBC (inglesa, no madridista) destacó los siguientes comentarios en la red: “Una tarjeta roja ridícula” (David Goodman). “Si piensas que eso es tarjeta roja, eres lo que le falla al fútbol” (Charlie Smith). “Ojos. Puestos. En. El. Balón. Todo. El. Tiempo” (James Hammond).
En su entrevista post-partido, Klopp reveló que ni él ni Guardiola pensaron que era roja. Se habló mucho de la intención del jugador. Claro está que si Mané tuviese la intención de hacer el daño que le hizo a Ederson, no hablaríamos de si es roja o no: hablaríamos de abrir un caso criminal. Mané nunca quiso hacerle daño a nadie, pero levantó el pie de tal manera que expuso Ederson al peligro, y acabó lastimándolo. Si Mané levanta el pie igual y no toca al portero—amarilla. Pero es que le da en la cara. Con los tacos. El hecho de que solo mira al balón no le exculpa. Tiene que mirar a los jugadores también,y más si levanta el pie, porque si no…ya saben.
Según las reglas, es roja. Según el sentido común, también. ¿Y si al City no le quedan cambios y Mané recibe tarjeta amarilla? El City jugaría con uno menos y encima con un jugador de campo en la portería. Todo un desastre. Hay decisiones en el fútbol que no son tan claras y otras que sí lo son, y lo de la roja a Mané es de las claras.
Así lo confirmó el ex árbitro Graham Poll en un artículo para el Daily Mail. Roja. Ahora y siempre. Decir lo contrario, escribió Poll, es una muestra de ignorancia. Entonces, ¿por qué tanta gente estaba tan segura de que no era roja? Creo que tiene que ver con los valores de la Premier, que son distintos a los de la Liga.
No es que Mané haya tomado una mala decisión. Simplemente la decisión que tomó acabó mal. Lo que Lineker y compañía defienden no es el derecho del delantero de romperle la cara al portero, sino el derecho del delantero de ir a por el balón. Eso es lo que protegen ellos. De allí parte su opinión de que la roja es excesiva: se imaginan en la posición de Mané, saben que irían a por el balón igual que él y no les gusta la idea de que les echen si lo hacen. Tampoco les gusta la idea de recibir roja sin tener malas intenciones.
Pero lo que menos les gusta es que, antes de la roja a Mané, había un partido de Premier excelente, disputadísimo, apasionante, con dos equipos hechos para el ataque, y después de la roja, no hubo más partido; solo una exhibición del City.
En el fútbol, más que en el tenis o el baloncesto, existen factores de suerte extraordinarios. El arbitraje es uno de ellos, pero hay otros, como un balón disputado al que no llegas por centímetros. Mané tuvo mala suerte (suspendido por tres partidos). Ederson tuvo mala suerte (le cayeron ocho puntos de sutura en la cara). El Liverpool tuvo mala suerte (perdió 5-0). El espectador imparcial y futbolero—también.
Otro día la mala suerte será un error arbitral, pero esta vez no. Lo bueno de la Premier es que cuando un árbitro sí se equivoca, nadie empieza a gritar teorías de conspiraciónen la tele. Es verdad que en Inglaterra hay gente a la que le importa más proteger los jugadores de tarjetas rojas que de patadas en la cara. Se olvidan de que proteger el fútbol pasa por proteger a los futbolistas. Pero no les culpo, porque veo que les motiva el espectáculo. En realidad, a mi también. En la Premier, eso es lo que más se valora: el espectáculo.
La técnica, la táctica, la posesión y el regate no importan igual que la velocidad, la fuerza y el espíritu del equipo. Rory Smith del New York Times escribió hace tiempo que el método de Guardiola en el City es todo una amenaza existencial para la liga inglesa. El hecho de que el entrenador catalán no practica las entradas o el placaje (tacklin gen inglés) les ha dejado a algunos comentaristas sin palabras. No hay nada que les guste más al público inglés que una buena, dura entrada, y como el City no suele hacerlas…La velocidad; la fuerza; el espíritu de Mané, que solo quería llegar al balón primero—esos son los valores de la Premier. Por eso a Liniker y compañía les costó tanto reconocer que uno puede estar haciendo su trabajo al pie de la letra y acabar culpable igual.