Joan Mir tenía 10 años cuando se acercó a una moto. Fue en la escuela de Chico Lorenzo, el padre de Jorge. Hasta entonces había ido por la vida subido a las ruedas de los patines que vendía su padre en el centro de Palma. Diez años después es campeón del mundo de Moto3, después de haber superado el récord de victorias, que, a falta de una carrera para terminar el campeonato, ha dejado en nueve triunfos.
Se subió a una moto, se olvidó del skate y fue quemando etapas hasta convertirse en el piloto señalado por muchos para dominar el futuro. En este viaje, la sombra de Mir ha sido Dani Vadillo, el entrenador que ha moldeado al campeón desde sus comienzos.
En 2014 fue subcampeón de la Red Bull Rookies Cup. El siguiente paso fue el FIM CEV, donde sólo la excesiva frecuencia con la que se fue al suelo le impidieron ganar el campeonato. Para entonces, su director de equipo ya era Christian Lundberg, al que se ha mantenido fiel hasta ahora.
A partir de 2015 su carrera alcanzó una nueva velocidad. Ese año debutó en el Mundial, en Australia. En 2016 fue elegido rookie del año y ganó su primera carrera, en Austria. Y en 2017 ha llegado su primer título tras ganar en Australia una carrera que se suspendió a falta de ocho vueltas por la lluvia.
De Mir destacan su buena cabeza, su humildad y su gran capacidad de trabajo, cualidades en las que mucho ha tenido que ver la educación recibida por sus padres, Juan y Ana, que en los circuitos prefieren ver la carrera de su hijo en un discreto segundo plano. La naturalidad con la que ellos se comportan es con la que quieren que se maneje su hijo por la vida y en el deporte.