En los pasillos del flamante Metropolitano está escrita la famosa frase del no menos icónico Luis Aragonés, leyenda rojiblanca. “¡Ganar, ganar, ganar y volver a ganar!”. La sentencia acuñada por el que llamaron El Sabio se imprimió en las entrañas del estadio para que todos recordaran lo único importante del invento este llamado fútbol.

Reinventó Simeone aquel carácter en su regreso al Atlético como entrenador del primer equipo. Fue aquello del partido a partido que marcó a fuego en su tropa y afición. Distinta frase y mismo objetivo que resultó durante un tiempo en que la soldadesca aún era joven e inmortal y seguía a su general con las orejeras puestas.

Todo eso acabó este martes en el nuevo estadio rojiblanco, en la joya destinada a impulsar al club más allá de las estrellas. Podría decirse que el responsable fue el Qarabag, un equipo azerí instalado ya en el imaginario espeluznante rojiblanco junto a otros monstruos como OFI Creta, Politécnica de Timisoara, Boavista, Sion

Pero no. El Qarabag es un discreto equipo muy ordenado y voluntarioso que con dos líneas bien puestas tras el balón llegó hasta a manejar el partido y al Atlético a su antojo. Tal fue el despropósito rojiblanco en la primera parte que no ganó ni la posesión. Un equipo largo, desmembrado, con la presión discontinua y mal ejecutada, sin alma, sin empuje, sin gol… Sin nada, vaya.

Por no tener, el Atlético no tuvo ni contundencia en lo poco que le llegó. La tolerancia de la defensa de Simeone por alto comienza a resultar escandalosa y fue aprovechada por el Qarabag al filo del descanso. Un saque de esquina templado y sin sal fue rematado plácidamente por el español Míchel para certificar el despelote rojiblanco. Siete de los 10 goles recibidos por Oblak esta temporada han llegado en remates por alto. No más preguntas señoría; su turno señor fiscal.

Datos y más datos que unidos a la evidente falta de juego invitan al prematuro funeral en Champions. El Atlético ha empatado seis de los últimos siete partidos y lleva nueve encuentros sin marcar más de un gol. Suma apenas tres puntos en cuatro jornadas de la Liga de Campeones  y ha sido incapaz de ganar en ninguno de los dos partidos a un rival como el Qarabag, que, nadie lo olvide, ha jugado los dos choques con uno menos durante 40 minutos.

Con todo, tras el golazo de Thomas, lo único salvable en la confusa noche, y la expulsión de Pedro Henrique, el mejor del partido y no solo de su equipo, al Atlético le salió algo del alma que derrochó por los terrenos de juego los últimos tres años. Fue un arrebato de esos que le gustan al Cholo con todo perdido, pero sin orden ni concierto. Un totum revolutum que bien pudo salvar los muebles, pero que no evitó el naufragio.

El pitido final de Aytekin, con el empate en lo alto, fue más una llamada a la reflexión que otra cosa. Algo tiene que cambiar en este equipo para volver a la senda correcta, aquella en la que el Atlético no jugaba bonito, pero lo hacía bien. Ahora no hace ninguna de las dos cosas y aunque la Europa League suene a vino barato tras el champagne de los últimos años, bien puede ser un reconstituyente efectivo para levantar al moribundo.

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