Aquellos con suficiente memoria, y años, o quizás los frikis de la historia del fútbol recordarán que una tarde-noche de mayo de 1980 el Nottingham Forest se proclamó campeón de Europa en Madrid. Sí, el Santiago Bernabéu fue testigo del gol del escocés John Robertson para derrotar al Hamburgo de Kevin Keegan. Un equipo de una modesta ciudad de provincias inglesa consiguió, contra todo pronóstico, su segunda Copa de Europa consecutiva. De la mano de uno de los más geniales locos que haya dado el fútbol, Brian Clough, el Forest entró por derecho propio en el imaginario deportivo europeo. Tan sólo cinco años antes el Nottingham Forest competía en la segunda división inglesa. Allí fue donde lo cogieron Brian Clough y su ayudante, Peter Taylor, para llevarlo a lo más alto. Ascenso, título de liga y dos copas de Europa. Una hazaña sin precedentes que ha sido plasmada en I Believe in Miracles, una deliciosa y nostálgica película del director galés Jonny Owen.
Porque lo conseguido por Brian Clough y el Forest fue, sí, un milagro. Algo que no se ha repetido ni, con toda seguridad, veremos de nuevo en la época moderna del fútbol europeo. La llegada de las televisiones privadas y los canales digitales a principios de los años 90 cambiaron por completo el deporte profesional. La creación de la Premier League en 1992 y la transformación de la antigua Copa de Europa en la Liga de Campeones el mismo año fueron el pistoletazo de salida para un cambio que la sentencia del caso Bosman terminó de acelerar en 1995.
El fútbol europeo y, sobre todo, la Liga de Campeones, es a día de hoy un coto cerrado de unos pocos clubes con el poder económico suficiente. Como dato vale recordar que desde la creación de la Liga de Campeones todos sus campeones han sido clubes que pertenecían al famoso G-14, el club de los 18 clubes más ricos del continente que formaron en su día Silvio Berlusconi, Lorenzo Sanz y compañía para presionar a la UEFA con la creación de una superliga Europea.
¿Y el Forest? Bien, gracias. Como el Saint Étienne, el Steaua Bucarest, el Estrella Roja u otros muchos históricos de la Copa de Europa. El Nottingham Forest languidece en la segunda división inglesa y el fútbol moderno le ha pasado a velocidad de crucero.
El Forest, como muchos otros, es el síntoma de una nueva realidad. Por supuesto que el fútbol ha evolucionado y a día de hoy es más comercial, más global y posiblemente de mejor calidad. Aunque les invito a ver el tiki-taka que aquel Forest de Clough practicaba. Nada de patadón y balón largo a la inglesa. No se trata de una simple queja de carrozas pensando que cualquier tiempo pasado mejor. Sino la advertencia de que las estructuras del fútbol Europeo están creando unos monopolios que son peligrosos para el futuro. La realidad es que tanto la Liga de Campeones como muchas competiciones nacionales se encuentran dominadas por un grupo muy reducido de equipos. El llamado balance competitivo de muchos europeos ha bajado en los últimos diez años. Y está claro que, a nivel europeo, las cinco grandes ligas del continente (Premier League, Liga Santander, Serie A, Bundesliga y Ligue 1) seguirán dominando. Son muy comunes las goleadas del Liverpool al Maribor esloveno o del Barcelona al Celtic de Glasgow.
Ante esto, ¿qué se puede hacer? La UEFA propuso las reglas del juego limpio financiero, que han sido criticadas por casi todo el mundo, pero nadie ha sabido dar una alternativa mejor. La idea del juego limpio financiero es loable. Y ha conseguido que la gestión económica de muchos clubes europeos mejore. Pero, a fin de cuentas, las sanciones para quienes lo incumplen son muy flojas y tiende a reforzar la posición dominante de los más ricos.
Si de verdad se quiere recuperar la esencia de un fútbol europeo en el que quepan milagros como los de aquel Forest de Clough, hay que ser radicales. No hay que inventar nada nuevo, pero sí atreverse a ponerlo en marcha. En Estados Unidos está la respuesta. Un reparto equitativo de los derechos comerciales y de televisión sería un buen punto de partida. También se podría ir más allá y mirar a la India, donde los clubes que participan en la Super Liga de cricket organizan cada año una subasta de jugadores para repartir el talento de manera equitativa. No hay fichajes de los clubes, sino de la liga. Otra posibilidad es ampliar los mercados nacionales, para que los clubes generen más dinero. Se ha estado estudiando, por ejemplo, la creación de una liga del centro de Europa, que uniría a los torneos checo, eslovaco, húngaro y croata.
Pero para que alguna de estas medidas se lleve a la práctica, debe haber una voluntad de compartir la riqueza que genera el fútbol profesional. Hay que tener altura de miras y reconocer uno de los principios básicos de la economía del deporte: El producto es la liga, no el club. Por desgracia, a día de hoy, todo esto es un milagro, vistas las presiones de los clubes más ricos a la UEFA para modificar el reparto de los derechos de televisión de la Liga de Campeones. Un milagro casi tan grande como que el Nottingham Forest vuelva a ser campeón de Europa.
La NBA es una liga CERRADA de franquicias. Si es ese el modelo a sequir que usted propone…la Champions League acabaria siendo un torneo CERRADO de super equipos. Enhorabuena, acaba usted de liquidar las ligas nacionales y TODOS los equipos que no sean parte de ese super-grupo.
No se refiere a la NBA, si no a la MLS , la liga de fútbol profesional norteamericana, en la cual los derechos televisivos son repartidos de manera por igual.Hay que leer bien .
[…] durante 169 partidos (noviembre 2013-marzo 2017), y actualmente está al cargo del histórico Nottingham Forest, al que ha dirigido en 21 ocasiones (desde enero de […]
[…] decir. No va por ahí el tema; quizá deba decir “autenticidad”. En Inglaterra mi equipo es el Nottingham Forest, club que tuvo unos años de gloria ya un poco lejanos. Si un inversor tuviera ganas de gastar su dinero en el club y consiguiera que […]