El Barcelona sigue sumando puntos de tres en tres mientras Ernesto Valverde trata de reconstruir la identidad del equipo. Cruyffista convencido, su pizarra camina dubitativa entre la fluida horizontalidad de Guardiola y la verticalidad nihilista de Luis Enrique. Entre el romanticismo del amor y el sexo explícito, personificado en un jugador pornográfico como Messi. El partido ante el Athletic tenía, además, mucha carga emotiva para Txingurri, que regresaba a San Mamés, donde ha acumulado muchos de los méritos que le han llevado al Camp Nou.

El duelo tuvo mucho matices y la misma conclusión de siempre: el Barcelona es Messi y 10 más. Como Argentina. Lo cual alimenta el dilema: ¿es Leo la solución necesaria o es parte del problema? Bendito problema. Cuando la pelota llega al argentino el partido entra en una nueva dimensión, se acelera, fútbol en alta definición. Consciente de la vulgaridad de este Barça, Messi ha ampliado su radio de acción a la zona de tres cuartos. Lo que complica a los rivales, por más que se escalonen.

Valverde apostó por un mediocampo de volantes, sin extremos. Una vez más colocó en el once a André Gomes. Como en el Bernabéu, como en Metropolitano. Cree en el portugués, o hace por creer en él. Y lo pone en la izquierda. Por delante de Jordi Alba. Dando el carril el lateral y tirando al luso al centro para agruparlo con Busquets y Paulinho. Trivoteando. Si no fuera porque también en la derecha pone a Rakitic, entregando la banda a Sergi Roberto. Un blindaje con una medular metálica. Valverde rodea a Messi de un hábitat conservador, gente que hace bien su trabajo sin exuberancia. Sabe que si no reciben goles Leo les da muchas opciones de ganar. 12 goles y 10 palos lleva el argentino.

El Athletic de Ziganda ofreció su mejor perfil. Valiente, comprometido, pero adolece de creatividad en la mitad de cancha. Le falta un Beñat en forma. A cambio aprieta los dientes y propone partidos vertiginosos, retazos de aquel Athletic de Bielsa. Pasada la hora entendió que podía ganar la batalla en la medular con Iturralde y Beñat . Fútbol para desbordar la medular culé, en la que Paulinho sigue demostrando que es más cholista que guardiolista.

El primer gol lo dibujó la genialidad de Messi y la pizarra de Valverde. Leo salió zigzageando en la zona de tres cuartos, clavó un pase en la línea de fondo, donde Alba sirvió a la segunda línea, el lugar al que siempre acude Messi. Y allí remató a gol. Hubo palos en las dos porterías, pero el partido fue más voluntarioso que afilado. Hubo más quiero que puedo. Certificó el triunfo Paulinho remachando a la red una contra azulgrana con el Athletic volcado en ataque.

El Barça ha perdido con Neymar desborde, vértigo, fútbol. Ha ganado equilibrio, algo de lo que se habla mucho y nadie sabe para qué sirve realmente. La pregunta es ¿necesita esto el Barça? Se puede entender como una debilidad, como una forma de taparse las vergüenzas. Porque este Barcelona se ha convertido en un equipo mundano. Pero en este Barça juega Lionel Andrés Messi Cuccittini. Y no hay mucho más que añadir. Aunque Ter Stegen ayuda. Y mucho. 

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