Los manuales de medicina reconocen la crisis de los 40, también la de los 50, la de ansiedad y bastantes más del ser terrenal. Pronto tendrán que añadir ‘la crisis de octubre de Cristiano’, que consiste en entrar en estado de autocombustión cuando las cosas no llegan a éxito. Necesita mucho diván el crack portugués para dar un vuelco a su mala puntería y a algún síntoma peor de su rendimiento, porque el virus se le viene extendiendo por el sistema nervioso afectándole a la concentración y el ánimo. Cristiano pareció bajar los brazos ante el Eibar, sumido en el desconcierto de apuntar y no acertar, de querer y no poder, de no tener feeling con la pelota. No ganó un regate, no se fue en una carrera, no dejó ni destellos en una noche negra de verdad. Desde el principio se sintió incómodo de 9, recibiendo de espaldas a la portería y sin el auxilio de Benzema, hasta rubricar sus despropósitos con un saque de falta directo al segundo anfiteatro.
Cinco remates ante Dmitrovic, sólo dos a portería, no son números dignos de quien va directo a recoger el Balón de Oro en enero. Le ha abandonado la musa a Cristiano en este octubre negro y se le pone muy mala cara. Sin el gol no tiene alimento, pierde entusiasmo, se ofusca en lo suyo y se olvida del colectivo. Pasó de puntillas por el partido con los armeros, fallando lo que nunca falla, enrocado en acciones erráticas que no le solucionaban las continuas asistencias de Isco, Asensio, Modric… al genio portugués sólo le alivia marcar gol, no busquen otra medicina para su crisis, y es evidente que necesita resetear su disposición en el campo para superar un estado de ansiedad que le desfigura.
No es grave lo de Cristiano porque no es terminal. Volverá a romper redes, a tumbar porteros, pero a día de hoy la evidencia obliga a Zidane a tomar medidas. Es posible que pesen sobre el portugués los primeros partidos no jugados por sanción. Lleva retraso en el despegue, acusando un claro desajuste de ritmo, velocidad y confianza en sí mismo. Este tipo de crisis son habituales en los goleadores, con picos acusados en partidos como el del Eibar para Cristiano, pero más que descrédito hacia el jugador, lo que provocan en el espectador es asombro por lo que tiene de insólito. Tras fallar a puerta vacía en Getafe y después marcar un buen gol, parecía que el problema estaba solucionado. Pero no es así, ante el Eibar brotaron nuevos síntomas alarmantes en el crack, cabizbajo, frustrado, triste… Cristiano no es Cristiano y alguien con autoridad le debería echar una mano para salir de la oscuridad, si se deja aconsejar, claro.