Hubo que echarle imaginación para poder ver el primer partido de España en la fase de clasificación para el Mundial de Francia 2019. El equipo que dirige Jorge Vilda aterrizó con su filosofía bien aprendida, que no renovada, en un terreno de juego que invitaba más bien a tirar unas semillas que a hacer rodar el balón. Pero Irene Paredes hizo que lloviese café en Tel Aviv.
España controló el balón, como de costumbre, hasta hartarse. La primera parte estuvo dirigida por la cabeza de la guipuzcoana en la salida de balón desde los dominios de la defensa, y bajo los pies de Virginia Torrecilla en el medio. La centrocampista del Montpellier casi siempre es una buena noticia y casi nunca la encontramos en el once titular. La disfrutamos poco durante la pasada Eurocopa y algunos melancólicos de tener ciertos recursos cuando la cabezonería no funciona, la echamos de menos. Le dio equilibrio al equipo y fue la mejor cómplice para dominar el balón hasta que su testigo lo tomó Patri Guijarro.
Tanto fue el cántaro a la fuente, que la jerarquía de la central española dijo basta. La falta de puntería de la primera media hora terminó cuando ella lo decidió, porque es vasca y porque puede. Forjada en madera de Legazpi, enganchó un balón dividido al borde del área tras un córner para inaugurar el marcador y alejar los fantasmas de la sequía. Repitió el encargo, ya en la segunda parte, de cabeza, marca de la casa y de la tierra que la vio nacer.
Mientras España dormía a Israel en sus brazos, Jenni Hermoso, con doblete, Bárbara Latorre y Amanda Sampedro maquillaron el final del trámite. Aunque queda mucho e Israel no nos sirve para ilusionarnos, España solventó su viaje al país con el muro más famoso del mundo con tres puntos en el bolsillo para inaugurar su casillero y sin nada que lamentar.