Hubo un tiempo en el que fútbol iba del césped al pub sin pasar por la alfombra roja para recoger premios ridículos. Un tiempo en el que George Best era el futbolista más exuberante de Inglaterra, aunque los hinchas del Queens Park Rangers lo cuestionaban, entre ellos mi padre: “Se hablaba mucho de George Best, pero nosotros tuvimos uno mejor dentro del campo y dentro del pub: Stan Bowles”. Aquel zurdo está considerado el mejor jugador que ha vestido la legendaria camiseta de rayas horizontales azules y blancas en la historia del QPR’s.
Bowles, que nació en Manchester en la Nochebuena de 1948, se hizo futbolista porque le dijeron que ganaría más dinero que siendo corredor de apuestas. Con 16 años ganó 50 libras apostando a un caballo. La mitad las perdió con su siguiente apuesta y las otras 25 se las gastó en emborracharse. Una peligrosa afición que llevó a su descubridor, Ernie Tagg, a entregar el sueldo a su madre para evitar que se lo gastara.
Bowles sacaba los córners, pero lo hacía para preguntarle al público por el resultado de las carreras de caballos en las que apostaba. “Si George Best tiene una estatua en Belfast, Stan Bowles debería tener otra en Ladbrokes (la casa de apuestas)”, se decía. Pese a alimentarse básicamente con Coca Cola y comida del Kentucky Fred Chicken, disputó 565 partidos en 17 temporadas como jugador del QPRs, Manchester City y Nottingham Forest.
Stan estaba considerado uno de los borrachos ilustres del fútbol inglés junto a George Best, Rodney Marsh o Robin Friday, conocido como «el mejor jugador que nunca pudiste ver». Bowles llegó a ser internacional con Inglaterra, algo que le traía al pairo. Vistió 5 veces esa camiseta, alguna a las órdenes de luminarias como Alf Ramsey o Don Revie. Su trayectoria internacional fue corta, pero intensa. Debutó contra Portugal, marcó un gol a Gales y el 15 de mayo de 1974, en el descanso del partido ante Irlanda del Norte, tras ser sustituido, se duchó y decidió salir del estadio, cruzar la calle e irse al pub más cercano a ver la segunda parte. Preguntado después por la prensa, se limitó a declarar: “Me gusta jugar y eso ya lo hago en el QPRs”.
A Bowles le quemaba el dinero en los bolsillos y le perdían las mujeres. Antes de jugar en Wembley con Inglaterra ante los Países Bajos, Stan recibió una oferta de 200 libras por usar botas de la marca Gola. Aceptó inmediatamente. Dos horas más tarde Adidas contactó con él y le ofreció 300. Huelga decir que también aceptó. Así que el día del partido Bowles saltó al campo con una bota de cada marca y se ganó 500 libras. Cuando despertó a la mañana siguiente, no le quedaba un penique y tenía una resaca del demonio… Eran otros tiempos, cuando no había premios individuales ni secadores en los vestuarios.