Me estreno en ‘A la Contra’. Y qué mejor que hacerlo con una pequeña gran historia de mi ciudad, Barcelona. En concreto, de los Juegos de 1992, que revolucionaron y cambiaron la faz de la Ciudad Condal. En todo relato reciente es fácil consultar tanto libros como hemerotecas, pero hay siempre un trocito de historia o mejor dicho, intrahistoria, que pasa desapercibida, como lo que ocurre entre bambalinas en una obra de teatro.
Todo se inició en el actual Estadio de Montjuïc, en su formato antiguo, con los cursillos de atletismo en los años 50 iniciados bajo el amparo del Club Natación Barcelona y con un personaje esencial: Nemesi Ponsati. En esos cursillos coincidirán cuatro personas fundamentales con apenas 13-14 años, Arturo Ruf, Hans Ruf (mi padre), Romá Cuyás (futuro Secretario de Estado para el Deporte del 82 al 87, y secretario del Comité Barcelona 92) y Ernest Lluch (futuro Ministro de Sanidad y tristemente asesinado en un atentado de la banda terrorista ETA).
Al fallecer Nemesi Ponsati en 1981, tanto mi tío como mi padre activaron un «Memorial Atlético» y organizaron una competición en el Estadio Serrahima en Barcelona. En dicha competición, volvieron a coincidir los cuatro pupilos de Ponsati, que recuerdan una parte de la herencia oral que les dejó: “Luchad para que haya una Olimpiada en Barcelona”. Así lo apalabran. Dada la relación de Cuyás y Lluch con el alcalde de Barcelona del momento, Narcís Serra (que fue Ministro de Defensa), le hablan y hacen partícipe del proyecto ante el asombro y entusiasmo del alcalde.
A Serra le faltó tiempo para ir a contárselo a Samaranch, entonces Presidente del COI, al que mostraron la intención de luchar por los Juegos de Barcelona ante un asombroso recibimiento del dirigente olímpico catalán. El resto, lo podréis encontrar en hemerotecas y libros, pues se abrió en 1983 la primera oficina olímpica de Barcelona, la implicación del Estado, las inversiones y contactos internacionales para lograr vencer.
Y claro, empezaron las obras civiles de reestructuración de la ciudad, pero, ¿y los deportistas? ¿Cómo iban a prepararse y lograr presentar batalla en una gran competición? Se explica en un artículo que hizo mi padre en 1987 pidiendo a gritos un Centro Especializado para Deportistas de Alto Rendimiento, especialmente en la prueba en la que él se especializó. Al mes y medio, fue requerido para ver unas instalaciones en Sant Cugat, utilizadas como Centro de Rehabilitación, especialmente para minusválidos. En nada comenzaron las obras de lo que hoy conocemos como CAR de Sant Cugat.
Tengo el orgullo de que uno de los medallistas en Barcelona fue Javier García Chico, atleta del Señor Ruf. Como anécdota, cabe decir que una vez acabado el Estadio Olímpico hubo un sector de gente que reclamó que al recinto se le diera el nombre de Nemesi Ponsati, quedando al final el “políticamente correcto” (valga la redundancia) de Lluís Companys. Pero el nombre de Ponsati, el deporte barcelonés y el estadio son ineludiblemente imposibles de desligar, como así lo reflejaron numerosas cartas al director de diversos y variopintos diarios. Al final, el merecido homenaje a Nemesi Ponsati se culminó otorgándole el nombre de la plaza que está al lado del Estadio Olímpico de Montjuich.
Muchos son los discípulos de este maestro no solo deportivo, sino de vida, que influyó en centenares de chavales de la época en valores deportivos y saludables, en jóvenes que, además de disciplina, aprendieron a valorar la libertad que da conocer el alcance de las posibilidades del cuerpo, especialmente en una época tan dura como la postguerra. Es necesario el homenaje a este personaje clave y quizás desconocido, o desapercibido para muchos, como tantos que ha habido y hay, y que no buscan mas gloria que la satisfacción de ver su obra realizada. El “A la ville de…¡Barcelona!”, ya es historia, una historia conocida por todos, lo otro es el inicio de un largo camino que condujo al éxito de «los mejores Juegos de la Historia».
Formidable artículo. Siempre es interesante conocer como se fraguaron, la antesala, de todos los acontecimientos importantes
Muchas gracias
A finales de los 80, durante 4 temporadas, practiqué atletismo en el instituto, me federé en Málaga y competí en campeonatos de Andalucía y España en cadetes y juniors. Íbamos a entrenar a veces a unas pistas privadas del Hotel Atalaya Park, entre Marbella y Estepona, en las que gracias al clima y a varios gurús, entrenaban los mejores saltadores de altura del mundo, como el sueco Sjoeberg y los alemanes Mogenburg y Thränhardt, y algunos pertiguistas. En ocasiones la RFEA organizaba concentraciones o clinics de saltadores por el nivel que se reunía en esas pistas y allí, siendo un imberbe, conocimos al entrenador de pértiga Hans Ruf, un auténtico crack. Nos atendía de maravilla, tanto a los entrenadores como a los 4 o 5 atletas que íbamos, siempre con consejos, buena cara y amabilidad. Imaginad, para unos chavales lo que suponía entrenar viendo a 5 metros a estos campeones del mundo. Por eso, hoy tu artículo, que reconoce su labor, me ha traído a la memoria estas anécdotas, nimias, que me gustaría compartir contigo.
Un saludo.
Muchas gracias Rafa!
Y menudo grupo el de los alemanes de salto de altura!