El fútbol mundial, y muy especialmente el europeo, vive sacudido por la llegada de las grandes fortunas del Golfo Pérsico. Unos jeques que han apostado por rearmar clubes de clase media como el Manchester City o el PSG para ascenderlos a la aristocracia y desbancar a grandes como el Real Madrid y Barcelona. Multimillonarios capaces de disparar los precios del mercado y sacar a Neymar del Barcelona o a Guardiola de Múnich.
Pero no todo el monte es orégano. En Málaga ha aterrizado otro tipo de jeque. El que podríamos denominar ‘jeque tieso’. Un pretendido multimillonario, Abdullah Al Thani, que se ha hecho con el club de la ciudad ahora que no arrastraba precisamente un buen momento económico, y que lo utiliza para ganar dinero. Propósito tan lícito como utópico. Pero ocurre que en su legítima aspiración recaudatoria ha vendido jugadores por encima de sus posibilidades descapitalizando una plantilla que ahora agoniza en el fondo de la tabla.
Ante el Barcelona el Málaga mostró una buena cara. Un equipo bien plantando, ordenado e incluso con cierto punto entusiasta pese a estar semiderruido, con la afición de uñas y el entrenador más que cuestionado. Michel, un tipo inteligente, ha decidido abstraerse y demostrar que trabaja contra viento y marea. En realidad no tiene nada que perder porque las ventas en verano le han dejado sin argumentos deportivos con los que pelear.
El partido quedó marcado por el error monumental del asistente, que en el primer gol, el de Delofeu, no anuló el tanto después de que Digne rebañase un balón que ya había salido. De lo demás poco se puede decir más allá de que el otro ‘proces’, el de Valverde, va lento. El técnico está tratando de volver a naturalizar el juego del equipo después de que Luis Enrique lo deshojase tácticamente hipotecando la posesión para proponer partidos de 3 contra el mundo.
Valverde tiene en Sergi Roberto a un volante más que productivo, pero sigue tratando de rescatar a gente como André Gomes o Denis y su medular sigue siendo más aseada que efectiva. Los partidos transcurren entre bostezos hasta que la pelota llega a Messi. Replicando el problema que ocurre en Argentina. Y esto hace pensar qué parte de culpa tiene el entorno futbolístico en el que se desenvuelve Leo y cuánto su influencia en el mismo.
El partido se desarrolló a golpe de acelerones de Messi y de galopadas de los delanteros malaguistas, que van armados con armas de fogueo. Lo que complica infinitamente su cometido. El gol de Iniesta, en el que Messi atrajó la atención de tres defensores, también contó con la ayuda involuntaria de un zaguero que tocó la pelota lo justo para que saliera mordida y evitase al portero.
Siendo absolutistas, el Barcelona suma y sigue, entre bostezo y sesteo. Siendo relativistas, el Barça ganó con un gol que no era y otro que casi se marcaron en propia meta. Datos para la tranquilidad, síntomas para la preocupación. Y el Málaga a seguir bebiendo bromuro por obra y gracia del jeque tieso. Un partido que deja mal cuerpo. A ambos.