Estamos ante uno de los momentos más trascendentales en la historia del fútbol femenino en España. Un combinado nacional que ilusiona de cara al futuro más inmediato. Una Liga que crece sin prisa, pero sin pausa. Fichajes de renombre. Un legado que cuidar por aquellas que una vez levantaron la voz y ahora se secan las lágrimas desde el destierro. Sin embargo, tras la participación en cuatro eventos internacionales de manera consecutiva en la que se han ido dando pasitos de gigante (Eurocopa de Suecia 2013, Mundial de Canadá 2015 y la pasada Eurocopa de los Países Bajos 2017) las televisiones de este país consideran que la Selección Española femenina todavía merece pasar desapercibida en cuanto a retransmisiones se refiere.
No importa que se trate del primer partido de clasificación que juegan las nuestras de cara a lograr la clasificación para el Mundial que se celebrará en Francia en 2019. Parece que nunca es suficiente. Hubo un atisbo de esperanza en la pasada Eurocopa, cuando Teledeporte y Eurosport televisaron los cuatro partidos que disputó el equipo en Holanda. Y dimos gracias. Posiblemente, y deseando equivocarme con todas mis fuerzas, no volvamos a ver un partido de la Selección femenina televisado hasta que aquellos que deciden lo decidan.
Se nos volverá a llenar la boca con el típico discurso paternalista. Le pasaremos la mano por el hombro a un grupo de jugadoras prometiéndoles que esto cambiará, mientras mantenemos dos dedos cruzados en la espalda. Ellas harán su trabajo. A nosotros nos queda mucho por delante para dejar de avergonzarnos del trato que reciben. Acostumbradas al ostracismo, España vuelve a jugar sin su público. Los que dedicamos nuestra vida a informar sobre ellas tendremos que hacer malabares para contarlo, aunque, quién sabe, el Facebook Live de la Federación Israelí puede estar a la altura. Les prometeré una buena crónica de un partido invisible en España. Les pido que me crean, aunque a mí también me pusiesen la venda en los ojos.