Jugando es puro nervio. Puro aguante. Debajo del agua, sus pulmones son como branquias de un anfibio. Resiste umbrales de nadador. Un día, a modo de concurso, hundió su cabeza en una bañera hidromasaje y la gente de su alrededor se asustó porque no salía a flote. Los segundos pasaban y Diego no salía. El tiempo se detuvo. La zozobra se instauró en el vestuario. Al final, Diego emergió con autoridad. Todo bajo control.
Ana Montero, la directora de la natación sincronizada en España, estima que sus chicas pueden estar a pulmón en el agua 2 minutos sin gasto energético. Y hasta 1’15» en plena exhibición. Diego anda en esos parámetros.
Él es un portento físico de la naturaleza. Me cuenta José Ramón Sandoval que cuando llegó al Rayo Vallecano destrozó todos los registros. Y eso que fue a recuperarse de una lesión de ligamento cruzado. Lo normal es volver a los seis u ocho meses. A los cinco ya estaba entrenándose. Y el míster y el médico, ‘muertos’ de miedo, temiendo sus giros de rodilla.
Diego Costa no suele ser aficionado a las pesas. Cuenta con un físico privilegiado, con un tren inferior marcado. A veces, no mide bien. Antes hacía sprints sin calentar, era más asilvestrado en la preparación. Ahora, el objetivo de Simeone es ponerle a punto para el mes de enero. Está más ordenado.
El Profe Ortega le ha diseñado un plan a la carta. Es un entrenamiento de frecuencia. Le están definiendo muscularmente. Cuando se rompe, se rompe de verdad. Especialmente en las rectas final de temporada. Diego Costa se entrena con un perfil Cristiano Ronaldo, basado más en la frecuencia y la repetición. Y de ahí el plan a la carta del Profe Ortega.
En su primera etapa, Assunçao y Diego Forlán le ayudaron a entrar en el vestuario. Los dos hablaban portugués. Forlán, políglota, siempre influido por la vecindad de Uruguay con Brasil, donde su padre fue estrella como futbolista en Sao Paulo y Cruzeiro. Entonces era meritorio, con la autoestima muy alta que le sirvió para regresar de varias cesiones, entre ellas una crucial en el Rayo.
Hoy es una estrella. Ha vuelto a su casa, al Cerro del Espino, a recuperar sensaciones, a poder reencontrarse con el Atuel, el paraíso argentino del dulce, que justo enfrente de la la Ciudad Deportiva Wanda en Majadahonda otea la salida a diario de los futbolistas. En el Atuel, la bollería artesanal manda. La medialuna, los vigilantes, las bolas de fraile, los cañoncitos… Allí todo es un espectáculo. El mismo que espera ofrecer Diego Costa en su nueva etapa.