El pasado 16 de abril, Kareem Abdul-Jabbar, nacido en Brooklyn como Ferdinand Lewis Alcindor Jr.) cumplió 70 años. Un septuagenario más, ¿no? Bueno, un septuagenario que es el máximo anotador de todos los tiempos en la NBA, donde en regular season acumuló 38.387 puntos (media de 24,6) y 17.440 rebotes. La burrada de puntos se la debió mayormente al interestelar Skyhook o gancho del cielo. Y el gancho actual del septuagenario, ya un autor consagrado, es su libro número 12: Writing on the Wall, Escribiendo en las paredes (subtitulado En Busca de una nueva Igualdad, más allá de Negro y Blanco), que viene precedido de otros títulos ya bastante míticos como Pasos de Gigante, Perfiles Negros Valerosos, Coach Wooden y yo, Sobre los hombros de gigantes o Hermanos en Armas (la historia épica del poco conocido Batallón de Tanques Nº 761, los tanquistas afroamericanos en la II Guerra Mundial).
No se trata de regresar sobre el Skyhook, el arma definitiva en la era más legendaria de la NBA, que Alcindor-Jabbar aprendió en Power Memorial a través del Mikan Drill y que John Wooden acabó ajustando entre los sicomoros de UCLA como un misil aire-cielo.
«En Harlem, la necesidad era la madre de toda integración». Así predicaba Kareem lo que aprendió en las calles como Lew Alcindor -el Coach Wooden nunca dejó de llamarle ‘Lewis’-. En realidad, y en lo tocante a la lucha de los afroamericanos estadounidenses por los derechos civiles y contra la discriminación, Kareem Abdul-Jabbar -que renunció al equipo olímpico de EE UU en los Juegos de 1968, en pleno conflicto del Black Power o Poder Negro- ocupa en esa lucha un lugar en la vecindad de Muhammad Ali y los tres fabulosos atletas de los puños enguantados en negro en México-68: Tommie Smith, John Carlos, Lee Evans.
A través de sus artículos en Time -escribió uno genial en 2015 sobre la retirada de Kobe Bryant, (http://time.com/4133199/kareem-abdul-jabbar-kobe-bryant/, «Señor, ese hombre podía saltar de costa a costa»)… y en sus frecuentes intervenciones públicas -sigue representando a Adidas-, Kareem ha defendido a Colin Kaepernick («hace que el país sea mejor porque hace que la gente empiece a pensar») y ha reprendido en público las payasadas de Donald Trump. En 2012, Hillary Clinton, como Secretaria de Estado del Presidente Obama, le nombró Embajador Cultural de EE UU. En 2015, Obama le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad.
Por todo ello, Kareem mantuvo una relación especial con Muhammad Ali desde la primera vez que charló con el boxeador, en una recepción en Los Ángeles (antes se habían cruzado en Hollywood Boulevard). Entonces, y tal como relata en esa grabación videográfica de Sports Illustrated, Alcindor agradeció al antiguo Cassius Clay su «magnífico trabajo y entendimiento» por los asuntos afroamericanos. Un extracto de estas palabras de Kareem en inglés: «…Ali era un maravilloso ser humano, era totalmente consciente de lo que hablaba en lo político… sostenía que los negros americanos no tenían ninguna culpa de la que responder… luchó por los asuntos justos en el momento justo». Eso, antes de debatir ante la cámara los problemas que podrían haber enfrentado a Wooden, un hombre blanco tradicional del ancestral Medio Oeste, con un revolucionario como Muhammad… y del calibre transgresor de Ali.
Hoy, tras controlar una leucemia y trabajar de entrenador asistente en los Lakers entre 2005-11, perfeccionando los movimientos de Andrew Bynum y Pau Gasol al pívot (lo que el mago John Wooden hizo con él)… el septuagenario Kareem Abdul-Jabbar se siente feliz, activo en su papel de autor consagrado. En febrero de 2015, en Nueva York, cuando el All-Star Weekend de los hermanos Gasol, Jabbar esculpió ante quien suscribe este mármol de frase: «Unos delincuentes o criminales lo son por sus actos. Aquellos que cometen crímenes son criminales. Y no hay un solo criminal que pueda representar al Islam, no existe, es como decir que el Ku-Klux-Klan representa a los cristianos».
Yes, ese es el Kareem de Clinton, Obama, el autor de los artículos de Time y Writing on the Wall. Es feliz. Pero quizá no lo sea tanto como aquel día de Boston… yes, aquel mediodía del 9 de junio de 1985, cuando sus Lakers, los Lakers del showtime, de Magic, Worthy y Riley remataron a los Celtics de Larry Bird y Red Auerbach con un Gancho que llovió desde el cielo del Boston Garden sobre Robert Parish a solo 61 segundos del fin de aquella NBA. Por primera vez, los Lakers se coronaban en el Boston Garden. Y cuando su capitán, su Cap, Kareem Abdul-Jabbar, lo celebraba de aquella manera (el cuarto de sus seis anillos), no podía haber en este mundo nada ni nadie más feliz que él. Nada ni nadie. Ni el Autor Kareem Abdul-Jabbar, el Más Poderoso Servidor del Todopoderoso.