Algo se está cociendo en Lugo… y no es el pulpo (que también). El equipo de fútbol de la ciudad, de apenas 98.300 habitantes y con un presupuesto modesto –el quinto por la cola, según el club- encadena dos semanas en el podio de la Segunda División, junto a Osasuna, y en una competición llena de viejos habitantes de la primera categoría, como el Real Oviedo, el Sporting, el Real Zaragoza, el Club Deportivo Tenerife o el Rayo Vallecano.
La prudencia del gallego, muchas veces confundida con la ambigüedad –eso de que nunca se sabe si suben o bajan la escalera-, obliga al club y a su afición (pocos, pero leales) , a mantener la calma en la undécima jornada. El entrenador, Francisco Rodríguez Vílchez, es andaluz y lleva solo desde junio en Lugo, pero ya se le ha pegado algo de ese espíritu gallego. Cuando A la Contra le pregunta si se puede “soñar” con el ascenso, repite: “No, no, no. Se puede trabajar, pero soñar con el ascenso sería engañarnos”.
Sin embargo, algo ha empezado a cambiar en Lugo, porque el míster también admite que ese café habitual que se tomaba en un bar, ahora prefiere bebérselo en casa para no contagiarse de una euforia que, poco a poco –“es octubre”, repiten todos-, se empieza a extender por la ciudad.
Carlos Pita, de 32 años, uno de los capitanes del Lugo, que ahora empieza a volver al equipo tras una lesión de rodilla, reconoce que algo está cambiando. “Siempre nos faltó dar ese paso en la segunda vuelta. Las ligas se nos hacían largas, pero ahora notamos que la gente se está ilusionando y que también los rivales nos ven como un equipo que sabe competir, peligroso, difícil de batir. Nos estamos ganando ese respeto”. Competir por encima de lucir. Es una de las máximas que tanto Pita como Francisco consideran clave en el buen momento del equipo. Hay que ir siempre a por los tres puntos, entender el momento del partido y defender cuando toca. Manejar los tiempos. Y parece que lo están consiguiendo.
Antonio Buide, socio del club desde los 80, también cree que una de las claves del éxito de este Lugo es su solvencia defensiva. “Eso hace irritar mucho a los equipos de solera, los de arriba, y cuando ven que es difícil marcarnos un gol ya no les hace tanta gracia. No somos tan riquiños”. Buide recuerda los años en los que el club transitaba por la 3ª y la 2ª B, “tirando de gente de la casa”, como su hermano, Manuel Buide, que jugó en el Lugo entre 1994 y 2002.
Tampoco se ha olvidado de cuando los asientos del estadio “eran de cemento” y en el campo era imposible disimular las calvas del centro y las dos áreas –“ahora es una alfombra”-. Ha pasado mucho frío en el Anxo Carro, ha visto cómo el equipo “se desinflaba” al asegurarse la salvación otras temporadas, pero cree que esta vez puede ser distinto: “Mirar la clasificación estas dos semanas y ver a tu Lugo ahí arriba luchando contra los monstruos es fantástico. La cuestión es creérselo. La liga es muy larga, pero si entras en una dinámica ganadora y la mentalidad de los jugadores es tirar para arriba, puede haber bastantes posibilidades de jugar el play off. La mejora del equipo en los últimos tres años ha sido bestial, en la directiva y a nivel deportivo. Ya no somos los novatos de segunda”.
El comienzo fue algo dubitativo – en las tres primeras jornadas no marcaron ni un gol y solo se llevaron un punto de 9-, pero los números mandan, y el equipo ha conseguido 19 de los últimos 24 puntos con victorias sonadas ante el Zaragoza y el Tenerife, y rompiendo una racha que le llevó a ganar por primera vez en su historia en Alcorcón.
Esos números deberían animar a la afición a acudir al campo. Pero el Anxo Carro (con 7.840 localidades) no está los domingos tan lleno como les gustaría a los históricos de la grada, los que, como, Javier Piñeiro, han visto jugar bajo la nieve y cómo había que pintar de negro el balón para que los jugadores supieran dónde estaba. Eran otros tiempos. A ellos les duelen especialmente declaraciones como las de Carlos Hernández, ex jugador del Lugo y ahora central del Real Oviedo, que comentó en Radio Marca cómo le había llamado mucho la atención que en el partido que le enfrentó a su antiguo equipo en Lugo se veían las calles de la ciudad gallega llenas de aficionados carballones: “Eso es un equipo de verdad”, dijo. Buide cree que si llegaran a jugar el play-off el Anxo Carro se llenaría, como se llenó en el ascenso a Segunda, en 2012. “Pero quizá lo que necesita el equipo es que ese apoyo sea día a día y que en un partido como ese nuestra presencia fuera mayoritaria”, añade.
El entrenador quiere llevar más aficionados y cree, por esa ilusión que empieza a notar en la calle, que lo puede conseguir: “Depende de nosotros engancharlos y hacerlos vibrar. Cuando llegué aquí, casi nadie conocía al cuerpo técnico y ahora a la gente poco a poco se le va notando el entusiasmo”.
“LSD. Lugo Sitio Distinto”, dicen algunas camisetas que se vendían hace años en la ciudad. Además de la prudencia gallega, en esta provincia el deporte se vive de un modo especial y diferente. Para empezar, el rey no es el fútbol, sino el baloncesto. El Club Deportivo Lugo ha jugado 34 temporadas en Tercera División, 17 en Segunda B y tan solo 5 en la categoría de plata del fútbol español, mientras que el Club de Baloncesto Breogán ha sido un veterano en la ACB y una de las canchas más calientes. “El Breogán era la referencia deportiva porque familias enteras llevaban a sus niños a verles; luego esos niños fueron padres y llevaron a sus hijos, y así sucesivamente”, explica Javier Piñeiro. Era más fácil ser del Breogán, o del Madrid o del Barça, pero para él, no hay nada comparable a las alegrías, e incluso los chascos que le ha dado el fútbol local. “Lo mío con el Lugo se remonta hace treinta y muchos años”. El único parón que recuerda en su relación fue el servicio militar.
Es octubre, es una de las Segundas más competitivas de la historia, es Lugo, es fútbol, pero como decía Valdano, “es un estado de ánimo”. El equipo modesto es colíder y soñar, un derecho.